David Brooks
Ese rostro de una madre en Newtown hablando por celular en las afueras de
la primaria donde un joven blanco acababa de matar a 20 niños y seis adultos es
muy conocido. Esa expresión de intensa, indescriptible, abrumadora angustia y
dolor es la misma que se retrata o que uno ha visto en persona en los rostros
de las madres en otras partes de Estados Unidos: Irak, Afganistán, Pakistán,
Somalia, Vietnam, la Unión Soviética, Japón, México, y demasiados etcéteras
más, pero siempre es la misma expresión.
¿Cuántas madres han tenido que ser
testigos de las muertes de sus hijos? ¿Cuántas han tenido que ser informadas de
que esos decesos fueron resultado de algo inesperado, sin razón, como en el
caso de Connecticut? ¿Cuántas han tenido que escuchar que no fue nada personal,
sino ‘daños colaterales’? ¿Quién define quiénes son los locos y los cuerdos en
todo esto?
Dicen que el responsable del acto más
reciente –de tantos parecidos–, en Connecticut, fue un joven con problemas
mentales. Pero cuando una bomba o un drone mata a niños en una primaria en
algún país que se vuelve campo de batalla, ¿los responsables son cuerdos?
Aquí todas las guerras son justas,
necesarias para proteger la seguridad del planeta y en nombre de la libertad, los
derechos humanos y Dios. Es legítimo, según el mensaje oficial, resolver
conflictos y disputas con violencia. El derecho a armarse es sagrado y uno vive
aquí con 283 millones de armas en manos civiles privadas, tres de éstas estaban
en la casa del responsable de esta matanza, compradas legalmente por su madre,
una entusiasta de las armas, como se les dicen.
“Siempre ha sido un país muy atemorizado,
desde tiempos coloniales. Hay un sector grande que piensa: ‘ahí vienen por
nosotros’, pero nunca se sabe quiénes son ‘ellos’… Entonces, uno debe poseer
armas y se tiene que defender. Eso proviene desde muy atrás de la historia
estadunidense”, explica Noam Chomsky en una entrevista reciente en Truthout.
Pero las consecuencias de esto están muy
presentes. Marion Wright Edelman, la famosa directora del Fondo de Defensa de
los Niños, escribió después de esta reciente masacre:¿Qué tan jóvenes tienen
que ser las víctimas y cuantos niños más necesitan morir antes de que
detengamos la proliferación de armas en nuestra nación y la muerte de
inocentes?Reporta que las estadísticas oficiales más recientes indican que 2
mil 694 menores de edad murieron en 2010 por armas de fuego, 67 de los cuales
tenían edad para estar en primaria. Si esos menores de edad estuvieran vivos hoy
llenarían 108 aulas de 25 estudiantes cada una. Desde 1979, agrega, 119 mil 79
menores de edad han muerto por armas de fuego, un total mayor a las muertes
estadunidenses en las guerras de Vietnam y Corea e Irak combinadas. Concluye:
¿Dónde esta nuestro movimiento antiguerra para proteger a los niños de la
violencia de armas aquí en casa?
Hay más regulaciones sobre osos de peluche
y pistolas de juguete que sobre las armas de fuego.
Según la revista Mother Jones, se
han registrado por lo menos 62 matanzas masivas (con por lo menos cuatro o más
víctimas en un lugar público) con armas de fuego en este país desde 1982, las
cuales se han perpetrado en 30 estados. De las 142 armas de fuego en manos de
los asesinos, más de tres cuartas partes fueron obtenidas legalmente, la gran
mayoría son semiautomáticas. La mitad de las matanzas sucedieron en escuelas o
lugares de trabajo, las demás en bases militares, centros comerciales y
edificios de gobierno. De los responsables, 44 eran hombres blancos (una mujer)
y su edad promedio era de 35 años.
Esta Navidad a millones de niños se les
obsequiarán videojuegos, los más exitosos son en los que se juega a ser un
soldado, un asesino, un espía, un integrante de las fuerzas especiales, o un
combatiente en una batalla urbana entre buenos y malos, y para ganar uno tiene
que matar y destruir al enemigo. Todas las semanas, la Casa Blanca evalúa y
selecciona objetivos para matar o destruir con drones, esas aeronaves
robot controladas desde miles de kilómetros a distancia por militares a través
de computadoras y pantallas muy parecidas a las de estos videojuegos. Uno no ve
sangre, no escucha gritos, no huele la destrucción, sólo cumple con el
objetivo. Nadie ve los rostros de las madres.
Las guerras con sus millones de víctimas y
la respuesta armada y violenta a lasamenazas a la seguridad pública, sean
drogas, inmigrantes indocumentados o locos, son opciones legítimas aquí. Ante
amenazas y conflictos, la respuesta suele ser: más armas.
Este país vive en la violencia aquí y en
el extranjero. Los políticos, la industria armamentista, el complejo
militar-industrial, los religiosos, los medios y los expertoscontinúan
afirmando que guerras afuera y derecho a armas adentro tiene que ver con
derechos y defensa de la democracia. Entre los que padecen problemas mentales y
éstos, uno tiene que preguntar ¿quiénes son los verdaderos locos?
“Al caminar entre los jóvenes
desesperados, rechazados y furiosos a quienes les he dicho que los cocteles Molotov
y los rifles no resolverían sus problemas, he intentado ofrecerles mi compasión
más profunda mientras mantengo mi convicción de que el cambio social se logra
de la manera más significativa a través de la acción no violenta. Pero me
preguntaron, y con toda razón: ¿y qué con Vietnam? Preguntaron si nuestra propia
nación no estaba usando dosis masivas de violencia para resolver sus problemas,
para promover los cambios que deseaba. Sus preguntas me dieron en el centro, y
entonces supe que nunca más podría levantar mi voz contra la violencia de los
oprimidos en los guetos sin primero hablar claramente frente al proveedor más
grande de la violencia en el mundo hoy: mi propio gobierno”, dijo el reverendo
Martin Luther King en 1967.
Las expresiones en los rostros de las
madres registran las consecuencias de la locura violenta estadunidense tanto
aquí como alrededor del mundo.
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