MEMPO GIARDINELLI
(Resistencia-Chaco-Argentina)
LA SENTENCIA CONTRA MARITA O ÉSTA ES LA JUSTICIA QUE TENEMOS
Escribo esto con profunda bronca a
la hora del cierre, quede claro. No quiero dejar pasar la furia que siento y
que sé, me consta, veo y palpo que sienten en estas horas de dolor millones de
ciudadanos y ciudadanas en todo el territorio nacional.
Para sorpresa y espanto del país
entero (el país decente, digo, el que mayoritariamente no es corrupto) todos
los acusados por el caso Marita Verón fueron absueltos en Tucumán en esta noche
ominosa de la Argentina, en una decisión judicial obviamente sospechable de
lisa y llana y flagrante corrupción.
Esta es la justicia (desde ahora la
escribo con minúsculas) que tenemos. La que impera mayoritariamente en nuestro
país. Unica institución republicana que no fue democratizada en serio desde la
recuperación de la Democracia. Y que junto con sus socias, las malditas
policías y los malditos servicios penitenciarios provinciales, son las únicas
que conservan intactas todas las taras formales y esenciales que les inculcó la
dictadura.
Porque la democracia significó
profundos cambios institucionales en casi todos los órdenes: militares,
educativos, de relaciones exteriores, de economía, de sociedad. Pero lo que no
se tocó, ni se toca todavía, es lo que huele a podrido. Y este “fallo” –es un
decir perfecto: fallo– está llenando de hedor a la Nación entera.
A sabiendas de que toda
generalización es injusta y peligrosa –y en conocimiento de que hoy mismo se conoció
el noble pronunciamiento de más de 200 jueces, fiscales y defensores públicos
que emitieron un contracomunicado que desdice a ciertas catervas de jueces y
camaristas viajeros a Miami por cuenta de empresarios, y a los lobbistas
marrulleros del Colegio de la Magistratura y a los de esa de nombre imposible
Comisión Nacional de Protección de la Independencia Judicial– yo me siento esta
noche tentado de homologar esta maldita justicia a las malditas policías.
La que condena nuevamente a Marita
Verón y nuevamente procura destruir a Susana Trimarco (pero a la que en
realidad e involuntariamente enaltece) es la justicia que hay que cambiar de
una vez y yo quiero ver si los opositores tendrán huevos para hacerlo, e
incluso si el Gobierno los tendrá, todo sea dicho.
Cambiar de una vez los
procedimientos y los plazos; cambiar de una vez el engolamiento y la pretendida
santidad de los magistrados; cambiar los tratos y rótulos del siglo XIX para
que las Señorías engoladas de hoy que no pagan impuestos empiecen a pagarlos
como cualquiera de nosotros, que laburamos y sostenemos este país con esfuerzo
y decencia. Y así acabar con mitos como el de la “familia judicial” y el de que
los trapos sucios se lavan en casa.
Esa es la justicia que a mí,
empleado durante cuatro años en el Superior Tribunal de Justicia de la
Provincia del Chaco y joven estudiante de Derecho en la Universidad Nacional
del Nordeste –y lo digo por primera vez públicamente–, me llevó a abandonar
cuando tenía 21 años la profesión que yo amaba y había elegido a los 16.
Hay que dar los nombres de estas
tres “señorías” tucumanas de las que el mismísimo gobierno de José Alperovich
sería bueno que dijese su opinión públicamente. Son ellos: Alberto Piedrabuena,
Emilio Herrera Molina y Eduardo Romero Lascano. Yo no sé si sus conciencias, si
las tienen, los podrán juzgar. Y no me importa. Pero nosotros, la ciudadanía,
sí. En democracia y en paz, serena pero definitivamente, tenemos que
condenarlos éticamente, a la vez que vincularlos con los mencionados colegios,
juntas, consejos, asociaciones y demás grupos corporativos que sólo son puro
lobby, para decirlo clarito.
No tienen vergüenza y esta noche en
que celebran todos los miles de prostíbulos del país, y todos los proxenetas, y
todos los mercaderes de carne humana, y todos los hijos de puta de la trata, y
perdóneseme la furia textual, nosotros, los que sí tenemos vergüenza y somos la
inmensa mayoría de este país atormentado, por eso puteamos. Por eso LOS
puteamos. Con la misma fuerza y convicción con que abrazamos a Susana Trimarco
y esperamos un día abrazar a Marita Verón y a todas las Maritas que fueron y
seguirán siendo, por desdicha, gracias a estos infames protectores de tratantes
de personas.
Malas noches, Argentina.
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