lunes, 11 de julio de 2011

Macri se “cristinizó”

Tiempo Argentino
11 de julio de 2011

Por Roberto Caballero
Director.


El resultado de las elecciones porteñas deja tres certezas: el oficialismo macrista conservó el mismo voto duro que en 2007, un kirchnerismo ideológicamente compacto logró su mejor performance en el distrito –convirtiéndose en la única fuerza opositora con capacidad de disputar un nuevo ballottage con el PRO–, y Proyecto Sur resignó 10 puntos del apoyo que obtuvo en 2009. Pero sería una necedad desconocer que el macrismo triunfó con una holgura imprevista si se tiene en cuenta que su gestión en estos últimos cuatro años al frente del Ejecutivo porteño fue bastante mediocre. Sin embargo, los votantes pusieron a Mauricio Macri a menos de 3 puntos porcentuales de una victoria en primera vuelta. Este escenario apabullante no estaba en los cálculos de nadie. Ni siquiera del macrismo.

Todo indica que el PRO leyó bien cuál era el horizonte de demandas del electorado capitalino y diseñó una campaña comunicacional acertada, que rindió sus frutos en las urnas. La decisión de Macri de bajarse de la carrera presidencial para municipalizar su oferta, “vecinalizando” su discurso, evadiendo todo lo que pudo la discusión ideológica que le propuso el kirchnerismo sobre dos modelos de país, resultó ser la adecuada, si se miran los resultados.

Macri (o Durán Barba, que es lo mismo) detectó que había un fuerte voto cruzado en el distrito, de gente que podía elegirlo a él en la Ciudad y a Cristina en octubre, sin demasiado conflicto. Desde entonces, suavizó sus palabras y bajó el tono confrontativo con la presidenta. Es más, en una entrevista con Clarín reconoció que no descartaba apoyarla en octubre. Están los archivos para confirmarlo. Ayer mismo, su espada peronista, es decir, Cristian Ritondo, admitió ante los micrófonos de Radio Nacional que la Asignación Universal por Hijo y la política de Derechos Humanos eran materias reivindicables del kirchnerismo. Toda su estrategia se basó en humanizarse. En eso, aunque suene a herejía decirlo, se “cristinizó”. Si se siguen los discursos últimos de la presidenta, podrá advertirse que hay un intento por charlar de igual a igual con las audiencias, sin intermediarios, y escenas de alegría y congoja compartidas con las multitudes, sin barreras ni frialdad. El propio duelo, visceralmente honesto y doloroso, descarnado, contribuye a afianzar sus lazos con la sociedad tanto o más que el buen gobierno, porque le devuelve a la política una dimensión humana de la que, a veces, esta recela.

El macrismo reprodujo un efecto similar, pero en laboratorio, con la apoyatura de las 300 licencias de Clarín y Radio 10. Los globos multicolores, la buena onda (casi al estilo 6,7,8), el embarazo de Awada en Gente, su torpeza al bailar y la alegría como condición vital lograron su cometido electoral. No es casual que en su discurso de anoche mencionara la palabra “felicidad”, un deseo que atraviesa cualquier ideología y entra en el terreno, casi, de la religiosidad popular. Será motivo de otra columna responder por qué esta apelación le funcionó, justo a él.

Decíamos, hay piezas comunicacionales que fueron eficaces. Hasta, incluso, algunos de los spots de campaña podrían haber sido suscriptos por el kirchnerismo, como ese que muestra a unos vecinos que ayudan a otros vecinos a empujar el auto, en un gesto solidario que poco podría relacionarse con el neoliberalismo doctrinario, excelentemente disimulado por el macrismo.

Destacando los aciertos del PRO, se dejan en evidencia, en simultáneo, las insuficiencias de la campaña de Daniel Filmus, el mejor candidato kirchnerista por trayectoria y formación en condiciones de disputar el distrito vidriera del país. Cierta reconcentración en sí mismo y algo de microclima acartonado terminaron licuando una oferta que, desde el punto de vista político, era la más sólida, indudablemente. Faltó, quizá, a lo puramente kirchnerista expresado en la reafirmación constante de la identidad, una dosis de diversidad y calor, que le habrían venido muy bien para conectar con la alegría que implica vivir en un país con matrimonio igualitario, Ley de Medios democrática, pluralidad de opiniones, Asignación Universal por Hijo y genocidas en prisión, entre muchas otras buenas noticias que nos suceden.

El macrismo festivo terminó convirtiéndose en un partido autonomista y unitario. Está en la genética porteña desde los tiempos de la colonia. Beneficiado, además, como todo oficialismo últimanente, por las condiciones generales del país, que transita una situación general auspiciosa, a la que el macrismo aportó poco y nada, más bien todo lo contrario.

Es injusto, pero es así. Le queda al kirchnerismo la oportunidad de un nuevo aprendizaje en la derrota, cuando quedan apenas tres semanas para el ballottage.

Decía Jauretche que ninguna batalla se gana con la tristeza. Habrá que releerlo.

Tampoco se gana sólo con los que piensan como uno, en todo, absolutamente en todo. Si el macrismo entendió desde el desprejuicio que podía ganar sumando votos del kirchnerismo, llegó la hora de hacer lo mismo, sin resignar los principios, pero con la misma voluntad de poder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario