sábado, 4 de diciembre de 2010

La matriz del espionaje

Publicado en Tiempo Argentino, el 3 de Diciembre de 2010

Por Hernán Brienza
Politólogo, escritor y periodista.

Hace poco más de 180 años, Manuel Moreno le entregó a Lord Ponsonby –el hombre de los asuntos ingleses en el Plata- para que leyera una carta secreta entre el gobernador Manuel Dorrego y un emisario de Simón Bolívar en el Brasil. Ese pequeño acto de traición a la patria desbarató las intenciones de Dorrego en la guerra contra el imperio brasileño y fue el principio del fin de la guerra que terminó con el desmembramiento de la Banda Oriental de las Provincias Unidas. No fue otra cosa que un acto de despecho de un funcionario que se había quedado sin su trabajo. Las consecuencias fueron nefastas.
Es interesante ver la vuelta de la rueda mágica que da la información. El caso de los cables secretos del Departamento de Estado revelados demuestra para el ámbito local varias cosas que nos sirven para reflexionar sobre la política argentina. En la nota de Roberto Caballero publicada ayer por Tiempo Argentino, un parte de la Embajada de los EE UU hablaba de “periodistas cautivos”. Es decir, de escribas que jugaban para los intereses de otros países.
Todos los periodistas hemos tenido reuniones con embajadores y funcionarios menores de otros países. Elegir qué decir y qué no decir es un acto de responsabilidad patriótica. No se puede escribir cartas golpistas a embajadas de países golpistas. Ni se puede brindar a un país información sensible sobre el gobierno de tu propio país. Quienes lo hacen sufren de cierto colonialismo de la voluntad. Es decir, pretenden halagar, gustar, a los embajadores y funcionarios de esos países en un claro acto de tilinguería.
Desde que los unitarios contra Juan Manuel de Rosas no supieron distinguir entre gobierno y Nación, muchos han ventilado los trapitos fuera de casa cuando no podían acceder al poder.
El círculo entonces comienza cuando esos funcionarios, empresarios, periodistas, escritores, gente que pasa, regalan información valiosa a una embajada extranjera. Son, como quedó demostrado, idiotas más o menos útiles de estrategias que se vuelven contra su propio país. El cuadro se completa, claro, cuando muchos de esos periodistas replican la información que ellos mismos les dieron a esas embajadas. Redondito.

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