miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ser grandilocuente es fácil, lo difícil es ser justo

Por José Pampuro
Presidente Provisional del Senado.
Para Tiempo Argentino
22 de diciembre de 2010


La situación de la Argentina nos remite muchas veces a esa conocida paradoja que dice “no llega antes el que va más rápido, sino el que sabe adónde va”. Los argentinos sabíamos que había que salir del default. Sabíamos que el daño provocado por la crisis de 2001 requería un paciente y arduo trabajo de reparación. Que había que recuperar el aparato productivo e industrial, asegurar la provisión de energía, eliminar las cuasi monedas, restaurar la cadena de pagos, generar puestos de trabajo, devolverle al asalariado las paritarias y a la política su prioridad sobre el mercado. Sabíamos que los excluidos y marginados merecían un gran esfuerzo del Estado para que no murieran, literalmente, de hambre y enfermedad.
Resulta evidente que el gobierno supo desde un inicio, como sabe hoy, adónde iba, adónde va y cómo llegar. Van siete años desde los comienzos de este proyecto de reparación y proyección del país. Cuatro de un primer período y tres de un segundo gobierno elegido por el voto popular que confirmó así su apoyo al rumbo tomado desde 2003. Por eso cuando desde la oposición se escucha: “desalojen”, “armen a la policía contra la protesta social”, “manden a los extranjeros a su país”, se ve claramente la diferencia entre el atajo discursivo y la paciente articulación de la acción de gobierno en conflictos –que más allá de los delincuentes que se monten sobre ellos– enfrentan a hermanos que padecen los males de una sociedad todavía en proceso de curación.
No es la primera vez. Hay espíritus aventureros que no elaboran ideas ni proyectos; sólo toman por asalto la oportunidad de contrastar con el gobierno sobre cualquier tema y circunstancia. Como si la vida de un país fuera en blanco y negro, sin ningún matiz.
Los que me conocen saben bien que soy un hombre de diálogo, pero cuando observo el vacío absoluto de propuestas alternativas a un gobierno que toma decisiones trascendentes para la mayoría de los argentinos, concluyo que la palabra siempre tiene un valor, pero mayor valor tiene cuando se traduce en acción.
Ser grandilocuente es fácil, lo difícil es ser justo. Y así como creo que, con aciertos y algunos errores, este gobierno y este proyecto ama lo justo, considero que gran parte de la oposición no es justa con él.
Estamos en vísperas de un año electoral y el ruido de lo injusto va a ir creciendo hasta hacerse ensordecedor, pero sé que la fuerza de la razón puede más. Por eso, volviendo al inicio, “no llega antes el que va más rápido sino el que sabe adónde va”.

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