viernes, 31 de diciembre de 2010

Los actores de la política

Por Luis Bruschtein
Para Página 12
31 de diciembre de 2010

Cuanto más favorezcan las perspectivas electorales a la presidenta Cristina Fernández, más dura parece ser la campaña de los grandes medios. En el punto más alto de su imagen en las encuestas, pocos días después de la muerte de Néstor Kirchner, los grandes medios lanzaron la saga de Wikileaks. Fueron varios días de primeras planas sin información verdaderamente notable. Un poco exagerado, un poco forzado, el tema ganó una respuesta periodística que dif´cilmente mereciera. Después fueron las ocupaciones de tierra. El tema de los grandes medios fue la negativa del Gobierno a reprimir con violencia. Pero la estrategia pacífica oficial logró desalojar el predio, lo que no les movió el amperímetro informativo. Por el contrario, las portadas siguientes fueron varios días con la cancha invadida del club Albariño. El predio ocupa apenas una manzana y los ocupantes no pasaban del centenar. La decisión de sostenerlo como el tema más importante del momento más que periodística fue política, destinada sobre todo a minimizar el logro anterior.

La carta más fuerte de la oposición siguen siendo los medios. No solamente porque no surgió todavía con claridad un candidato convocante desde la oposición, sino porque también están en juego sus intereses como empresas y eso se incrementará durante todo el año electoral del 2011. En ese contexto, la oposición apuesta al desgaste que le puedan provocar las campañas mediáticas al Gobierno.

La crisis 2001-2002 puso de manifiesto la pérdida de identidad que sufrían el peronismo y el radicalismo tras las experiencias del menemismo y de la presidencia trunca de Fernando de la Rúa. Cuando asumió Néstor Kirchner retomó banderas históricas del viejo peronismo que el menemismo había defenestrado, sobre todo en el plano de la economía y la distribución de la riqueza. Recuperó la idea de militancia y la ética de las Madres de Plaza de Mayo y sobre esas bases fue asentando una identidad. Aun así el peronismo está en plena evolución: algunos quedarán congelados en la idea más neoliberal de centroderecha del menemismo y otros tenderán a cristalizar esta identidad modernizada del peronismo, más al centroizquierda, que plantea el kirchnerismo. En este momento, el peronismo es una mezcla de todo, inclusive en el sector que respalda al kirchnerismo, pero está en un proceso de recuperar una identidad. Se verá con más claridad en las elecciones de octubre donde habrá más de un candidato peronista, y en los resultados finales.

Para el radicalismo ha sido más difícil porque la experiencia de De la Rúa fue nefasta como administración y porque no está en el Gobierno. Frente al temor de que su falta de identidad arrastrara a sus votantes al kirchnerismo, los dirigentes radicales sólo atinaron a una oposición a rajatabla. Consiguieron diferenciarse pero acabaron en la derecha, oponiéndose incluso, a algunas reivindicaciones que ellos mismos levantaron en algún momento. El surgimiento de Ricardo Alfonsín marca la tendencia de un sector del radicalismo de recuperar identidad a partir del alfonsinismo. Hay un camino en ese sentido en el que Ricardo Alfonsín tendrá que diferenciarse de su padre al mismo tiempo que reivindica los contenidos y la política.

El radicalismo y el peronismo habían perdido identidad como fuerzas políticas y después de algunos años están en proceso de definir sus perfiles. El peronismo está más avanzado, pero en general hay un proceso que no termina siquiera en las elecciones de octubre y que está en pleno desarrollo. En la medida en que las fuerzas políticas recuperen identidad y definan contenidos, la confrontación será cada vez menos furiosa porque ahora necesitan los énfasis y las peleas para diferenciarse.

Mauricio Macri surgió claramente como la tercera fuerza, pero para ganar necesita construir como en la ciudad, un frente con las derechas dispersas del peronismo y del radicalismo por lo que depende, en gran parte, de lo que suceda en esas dos fuerzas.

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