lunes, 20 de diciembre de 2010

El destape más temido

Revista Vein ti trés
16 de diciembre de 2010

Un cable desclasificado por el Departamento de Estado de EE.UU. revela la relación de Joaquín Morales Solá con la Embajada y el represor Jorge Rafael Videla.
Por Carlos Romero

¿Qué hace que un “secreto a voces” se vuelva una certeza?

Por estos días, con las revelaciones del sitio WikiLeaks, la respuesta parece simple: la evidencia. Las pruebas. O, en este caso, los cables. Gracias a los documentos propalados por la criatura de Julian Assange, mucho de lo que siempre se rumoreó sobre la diplomacia norteamericana quedó confirmado con ese estilo entre simple y brutal de los memos diplomáticos.

Quizá por eso, en la Argentina WikiLeaks no sólo les quita el sueño a los políticos y empresarios que visitaron la embajada de los Estados Unidos para hacer las veces de confidentes o, en algunos casos, de solícitos “alcahuetes”. Las filtraciones de Assange también preocupan a la primera línea de la prensa local, en especial después de que uno de los cables girados al Departamento de Estado en Washington hiciera referencia a “un grupo cautivo de periodistas argentinos”.

Desde ese día, en algunos medios sienten pánico de que el nombre de algunas de sus plumas aparezca en los papers de la embajada. Hasta el momento, no se dieron a conocer identidades, pero algunos colegas, como en los casos de Martín Granovsky o Pepe Eliaschev, salieron a explicar lo obvio: que no todo aquel que mantiene trato con la diplomacia del país del norte se vuelve por eso una suerte de doble agente, que opera contra los intereses locales. De ser así, los medios deberían renunciar a toda fuente diplomática.

Pero otros periodistas, cuyos nombres sí figuran en los cables diplomáticos, prefirieron el silencio. Saben que, en ocasiones, hay aclaraciones que oscurecen. El columnista de La Nación Joaquín Morales Solá es uno de esos casos. Veintitrés publica por primera vez un cable de la embajada que lo menciona como un interlocutor activo de la diplomacia norteamericana. Y no sólo eso: el texto también le adjudica vínculos estrechos con quien encabezara la represión más sangrienta que recuerde la Argentina, el genocida Jorge Rafael Videla.

Se trata de un documento desclasificado por el Departamento de Estado, anterior a las filtraciones de WikiLeaks, pero que contiene el mismo poder revelador que los textos ventilados por el sitio
web. En el cable, fechado el 15 de agosto de 1978, el oficial de Información John Corr dio cuenta de una conversación que mantuvo con Morales Solá en la sede diplomática de EE.UU. en Buenos Aires. Por entonces, el periodista se desempeñaba como prosecretario de la sección Política del diario Clarín. Mientras miles de argentinos se sacudían al ritmo de la picana, el diario disfrutaba de la flamante apropiación de Papel Prensa y el gobierno de facto crujía en internas salvajes. Fue por uno de esos cruces palaciegos que el oficial Corr se contactó con Morales Solá. El delegado de EE.UU. estaba preocupado por los rumores de una inminente campaña antinorteamericana. Temía la represalia del gobierno por la decisión de su país de trabar un crédito para forzar el arribo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Se trataba de un préstamo del Eximbank destinado a la construcción de la represa de Yacyretá, suspendido por las restricciones que la Junta le quería imponer a la labor de la Comisión.

En ese marco de millones en juego y veedores incómodos, Corr obtuvo un dato inquietante: el general Ramón Camps, uno de los represores más sangrientos de la dictadura, había intentado atacar al embajador estadounidense Raúl Castro a través de las páginas del diario Clarín. El oficial pudo corroborar la información de boca de Morales Solá, quien le confirmó la historia. Y así lo escribió en su cable: “Morales Solá dijo que, poco después del episodio del Eximbank y Yacyretá, el general Camps trató de conseguir que Clarín publicara una carta abierta firmada con un nombre ficticio atacando la política de DD.HH. de los Estados Unidos y atacando al embajador Castro como a un defensor de los DD.HH.”.

Escrito con el estilo desapasionado de los partes de inteligencia, Corr agregó: “Morales Solá dijo que Clarín se rehusó y que él, personalmente, visitó a Videla, a quien describió como un viejo amigo, para protestar por la conducta de Camps”. En ese párrafo de apariencia inocua, el oficial aportaba un dato que permaneció oculto hasta hoy: el columnista estrella de La Nación, que en el pasado negó haber tenido contactos probados con el criminal Antonio Domingo Bussi, también había alternado con el jefe máximo del genocidio. El relato de Corr agrega que esa no había sido la primera vez que Camps había intentado filtrar un artículo en Clarín. Es más, Corr refiere que en otras oportunidades el represor había tenido éxito. Pero en este caso, el ataque a la embajada de EE.UU. habría sido demasiado para las autoridades del diario.

El detallado informe de Corr termina de derrumbar una de las coartadas más mentadas del periodismo local, acuñada por el propio Morales Solá, respecto del rol de la prensa durante la
dictadura. “En esa época los periodistas hacían lo que podían”, explicó el periodista, cada vez que se ventilaron sus contactos con la cúpula militar. Morales Solá siempre negó esos contactos, incluso a pesar de las evidencias fotográficas, como la aparecida el 8 de junio de 1976 en la página 5 del diario La Gaceta de Tucumán, medio donde el editorialista de los Noble y los Mitre hizo sus primeras armas. En esa foto se puede ver a Morales Solá escuchando con atención al general genocida Antonio Domingo Bussi, gobernador tucumano de facto, durante una reunión con
periodistas y otros militares.

Aquel escándalo se destapó en 2002, en las páginas de Veintitrés, cuando el periodista Hernán López Echagüe lo acusó de haber compartido asados con el genocida tucumano. “En 1976 yo estaba en Buenos Aires y no en Tucumán. Y nunca hablé con Bussi, bajo ninguna circunstancia, cuando estaba en Tucumán”, respondió con una misiva Morales Solá. Un año más tarde, el sitio DSD dio a conocer la foto que le pondría fin a esa discordia. Pero la historia no concluiría allí.
El domingo pasado, el semanario Miradas al Sur sumó otra imagen, tomada a fines de 1975. Según informó el periódico, la foto retrata el momento exacto en que el periodista presenciaba acciones militares comandadas por el general Acdel Vilas, quien estuvo a cargo del “Operativo Independencia”, en la selva tucumana.

El cable de Corr, ahora, agrega otro documento contundente sobre el pasado de Morales Solá.
Por cierto, el columnista no es la única pluma de La Nación que mantuvo excelentes relaciones con Washington y la Junta: su compañero de página, Mariano Grondona, también era un hombre bien conceptuado por la embajada durante los años ´70. En otro cable desclasificado, fechado el 12 de agosto de 1976, la legación en la Argentina envió a Washington un memo donde se refirió a Grondona como un periodista “bien conocido y bien considerado por esta embajada”. El memo, que no escatimó elogios para el periodista, detallaba el episodio del 8 de agosto de 1976, cuando Grondona aseguró haber sido secuestrado durante cuatro horas junto a su mujer por supuestos integrantes de la Triple A.

Por entonces Grondona ejercía la defensa del Proceso en la revista Carta Política, un medio que vio la luz a principios de los años ’70. En esas páginas, en 1977, Grondona presentó la idea de crear un “Movimiento de Reorganización Nacional” (MRN), con el que proponía un traspaso ordenado del poder militar a manos de un gobierno civil alineado con Washington. Desde mayo de 1976, Grondona era director de la revista, con Miguel Alurralde como jefe de redacción. En un cable del 1 de mayo de 1976, la embajada dio cuenta de una reunión de Alurralde –que en los ’90 sería funcionario menemista– con el diplomático norteamericano Frank J. Zambito, durante una cena en la casa de Heriberto Kahn, columnista del diario La Opinión. Ese día también estuvo presente el abogado radical Ricardo Yofre, subsecretario general de la Presidencia, uno de los hombres más cercanos a Videla y a quien la embajada definió como “el segundo civil más importante en el gobierno actual después del ministro de Economía Martínez de Hoz”.

En esa amable tertulia, los periodistas informaron al enviado de la embajada sobre temas tan diversos como Asuntos Externos, Derechos Humanos, las internas en la Junta, la marcha de la
economía y las inversiones extranjeras. Alurralde, Kahn, Grondona y Morales Solá son los primeros nombres de periodistas confidentes que surgen de los cables diplomáticos despachados por la embajada de EE.UU. en la Argentina. Pasaron treinta años para que otro diplomático se
refiriera a la existencia de un “periodismo cautivo” funcional a las necesidades comunicacionales de la política exterior norteamericana. En varios medios locales temblaron cuando se conoció esa descripción. Sobran los motivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario