lunes, 25 de abril de 2011

No los une el amor

Tiempo Argentino
25 de abril de 2011

Por Doris Capurro
Socióloga y directora de Ibarómetro.


Existe un marcado descreimiento acerca de la posibilidad que tiene la oposición de lograr una convergencia sobre bases positivas, que no sea exclusivamente una alianza anti-gobierno. Esta percepción de la mayoría de los argentinos (sólo un 22% de la ciudadanía cree en la posibilidad de un acuerdo propositivo y programático de toda la oposición unida), comprobada según la última encuesta nacional realizada por Ibarómetro durante el Jueves Santo, parece central a la hora de evaluar la capacidad de los opositores de unificar estrategia y candidato.

Básicamente, hoy los ciudadanos cuestionan el razonamiento que se autosatisface con sumar las intenciones de voto de los diferentes candidatos opositores. La opinión pública no leería esa eventual confluencia como una saludable síntesis de diferencias sino como una desesperada necesidad de sumar, empujada precisamente por la necesidad y no por virtudes republicanas.

Esto es: el voto opositor no pareciera querer confluir al precio de encolumnarse tras un armado de nula coherencia interna. No, por lo menos, mientras haya una tendencia del electorado más proclive a la aprobación del gobierno.

Otra conclusión interesante (aunque para nada novedosa) que se puede extraer de nuestro último estudio es que los líderes preceden a los partidos. Especialmente en la oposición, es muy marcada la debilidad del componente partidario en las adhesiones que suscitan algunos liderazgos puntuales.

Al mismo tiempo, merece un párrafo aparte el hecho de que el voto a Cristina Fernández compagina dimensiones diversas y es irreductible a un único factor. Por lo menos en lo que los ciudadanos expresan, el componente puramente ideológico no es el de mayor preponderancia.

Tal vez esto sea una pista para recordar a los políticos la enorme distancia entre el microclima militante y el conjunto de la sociedad.

Creemos que algunos se equivocan al generalizar la efervescencia parcial y creer que “somos todos militantes”. Aunque sí, podemos confirmar que la ciudadanía está cada vez más politizada (un 42% reconoce que le interesa la política y casi el 56% que habla de política con frecuencia).

De cualquier modo, la lectura inversa (que se trata de un voto-cuota lavarropa, auto o LCD y que sólo es “por la economía, estúpido”) es igualmente falsa.

El voto a Cristina reúne en forma equivalente ingredientes de distintos tipos y, por ello, complejos. Entre ellos aparece, también, la realidad lapidaria de los liderazgos opositores, que desnuda la debilidad de lo que hay enfrente.

Finalmente, hay que recordar que –aunque ese análisis no cabe en esta columna– las expectativas de continuidad de Cristina no son sólo de eso, de continuidad. También son de cambio.

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