miércoles, 20 de abril de 2011

Sr. Premio Nobel: acá el motivo de que Ud. nos irrite

Tiempo Argentino
20 de abril de 2011

Por Federico Bernal Periodista.

El señor Vargas Llosa se equivoca cuando manifiesta como “una gran victoria de la izquierda dogmática el haber convertido la palabra ‘liberal’ –que es hermosa porque está asociada a la palabra ‘libertad’– en una mala palabra”, aunque da en el clavo cuando centra el debate político en el lenguaje. A propósito del fundamental debate que el ultraconservador literato nos trae al país, respondemos con uno de los millones de ejemplos de los que la historia universal puede brindarnos y que sorprende que Vargas Llosa desconozca. ¿El término “liberal” está asociado a “libertad”? En realidad fue y es la ultraderecha por él tan genuinamente representada la que desvirtuó el uso y la definición de la palabra “liberal”. En la Inglaterra muy conservadora de comienzos del siglo XIX, la explotación laboral que pesaba sobre mujeres y niños cambió radicalmente entre los años treinta y cincuenta, de la mano de una sociedad moderna, civilizada y más igualitaria, a su vez consecuencia directa de la revolución industrial. Aquello que Bialet Massé haría con el estudio de la clase obrera en la Argentina en 1904 y desde el Estado, casi medio siglo antes era conducido por sociedades filantrópicas liberales en Londres, Manchester y Lancashire. Los informes Employment of Women and Children in Mines and Colleries (1842), Children’s Employment-Second Report (1843) y Results of Sanitary Improvment (1854) alertaban a la sociedad sobre las condiciones infrahumanas y de semiesclavitud del trabajador inglés, así como también en materia de explotación laboral de niños y mujeres. Lo que empezó siendo una iniciativa privada –endeble por carecer de fuerza legal– fue apadrinado por el Estado. El Factory Act, de 1833, que regulaba por primera vez el trabajo infantil y permitía el ingreso de inspectores estatales, sería profundizado, en 1842, con el Mines and Colleries Act, y en 1844 con una versión mejorada del Factory Act de 1833. Siguieron el Ten Hours Act de 1847 (profundizado en 1850 y 1853) que reducía las horas de trabajo diarias de ilimitadas a unas diez horas y media. El Coal Mines Inspection Act de 1850 (profundizado en 1855 y 1860) daba gran poder de policía y contralor a inspectores estatales, a la vez que prohibía el empleo de menores de 20 años. Como una creciente cantidad de mujeres y niños quedaban ociosos por ser poco rentable su empleo en las nuevas circunstancias impuestas por el Estado, más mujeres y niños quedaban sin protección social. Esto fue cubierto por el Gangs Act, de 1867, y el Agricultural Children’s Act, de 1873, que prohibían el empleo de mujeres y de niños de entre ocho y diez años que no contaran con autorización paterna. Finalmente, el Artisans Dweeling Act de 1875, bajo el gobierno de Disraeli, se enfocó a la reconstrucción y mejoramiento de los barrios más humildes. Los resultados más contundentes se obtuvieron en Birmingham, bajo la gestión del liberal Joseph Chamberlain. En fin, preguntamos al visitante peruano: ¿Liberal está asociado a la “libertad”? ¿“Libertad” o justicia social? Dijo Vargas Llosa en una entrevista publicada por La Nación (19/4): “(liberal) quiere decir democracia, defensa de los Derechos Humanos”. ¿Conoce Vargas Llosa de los resultados de las políticas oficiales en materia de soluciones habitacionales y de construcción de viviendas? ¿Conoce el premio Nobel la lucha contra el empleo no registrado y el empleo semiesclavo conducida por el gobierno nacional? ¿Ignora el maestro de Macri, Duhalde, De Narváez y Bullrich que estos aspectos –sumados a la elevación de los Derechos Humanos al nivel de política de Estado– constituyen los principales pilares del gobierno nacional? Si liberalismo significa democracia y Derechos Humanos, entonces, señor Vargas Llosa, este gobierno es liberal y Ud. está enredado hasta la coronilla. ¿Por qué? Porque como Ud. también señaló, si “(liberal) es la defensa del individuo frente al Estado”, no puede desconocer que sin Estado la Inglaterra que aquí le obsequiamos (aplicable a cualquier otra nación hoy industrializada) no hubiese alcanzado el nivel de desarrollo que alcanzó. La esencia liberal de aquella Inglaterra se proponía extirpar los vestigios feudales y antipopulares a través de la regulación estatal del sector privado, la protección social y la industrialización. Por cierto, un accionar que en los países latinoamericanos y del Tercer Mundo en general se verifica en lo nacional y popular, tal como está ocurriendo en esta Argentina kirchnerista; tal como ocurrió en el Perú de Alvarado y, esperemos, en el de Humala. Llame las cosas por su nombre y sea recto. Si no libera al término “liberal”, redefiniéndolo según su esencia primigenia, entonces y de una buena vez tenga a bien declararse ultraconservador y de ultraderecha. Esta gravísima y ostensible ausencia de honestidad intelectual es la que irrita a los argentinos y argentinas identificados con el proyecto de país vigente desde 2003.

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