lunes, 3 de enero de 2011

El desafío es cómo administrar una relación con un país que juega en las ligas mayores

Por Rafael Bielsa
Ex canciller argentino.
Tiempo Argentino
3 de enero de 2011


Efectivamente, la presidenta Dilma Rousseff no mencionó a la Argentina en su discurso de asunción. Tampoco mencionó a China. En realidad, evocó repetidamente a su país, Brasil. Y para Brasil, como solía decir Marcos Azambuja, quien fue embajador brasileño en la Argentina entre 1993 y 1996, “Argentina es el único país importante para Brasil, para el cual Brasil es importante.”
Y si lo era entonces, mucho más lo es hoy cuando, convertido en la séptima potencia del mundo, le es esencial una escala planetaria para sostener la afirmación que hizo su presidente: “un gobierno se basa en la acumulación de los logros alcanzados a lo largo de la historia”.
Una frase llamativamente parecida a la que pronunció Napoleón al ser ungido emperador: “me hago cargo de la historia de Francia, desde el rey San Luis hasta el Comité de Salud Pública de la Revolución.” Dos frases que dan la medida de dos ambiciones.
En consecuencia, el verdadero desafío que afronta el pensamiento nacional argentino no es, ¡por Dios!, cuántas veces somos citados por mandatarios entrantes, sino el modo más inteligente que tenemos de administrar una relación con un país que juega en las ligas mayores.
Ser esencial para Brasil es una fortaleza que sólo el ingenio, el rigor intelectual y la dignidad pueden convertir en un beneficio para las grandes mayorías populares argentinas.

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