martes, 18 de enero de 2011

El objetivo político de las entidades es que haya escasez de alimentos para jaquear al modelo

Tiempo Argentino
18 de enero de 2011

Por Demetrio Iramain
Director de Sueños Compartidos, revista de las Madres de Plaza de Mayo


Lo mismo dijeron en marzo de 2008 las cámaras patronales rurales cuando iniciaron su lockout contra la resolución 125: “Las medidas no son contra la sociedad.” Ahora, “que el ministro deje de meter miedo: no faltarán alimentos”. Lo cierto es que en aquel conflicto por las retenciones móviles, las protestas fueron dirigidas a la oferta de alimentos para el consumo interno y lograron lo que buscaban: que faltaran productos en las góndolas de los centros urbanos, desatando una incipiente espiral inflacionaria. Aunque el lockout parece condenado al fracaso, algo similar podría ocurrir si el nuevo cese en la comercialización se extendiera a otras producciones. Aquella escasez resultó clave para el patético apoyo que la Mesa de Enlace recogió por parte de segmentos medios y altos de las grandes urbes argentinas, que salieron a cacerolear quizás por temor a la profundización de la pelotera, o por desconocimiento de las razones profundas de la disputa, o por falsa conciencia. O tal vez, por todo eso junto. Es claro: “éxito”, para los campestres en protesta, es que el gobierno modifique su política agraria ahora y pierda la seguidilla de elecciones distritales de aquí a las presidenciales de octubre. Si para ello tienen que desabastecer al país, lo harán. Dirigentes políticos que los estimulen a hacerlo no faltarán. Macri, por caso, le echó la culpa a la “miopía” del gobierno en la nueva controversia. Salvo una cuestión, nada menor por cierto: la sociedad ya está prevenida de la prepotencia de clase de la oligarquía. La historia, que no es una sumatoria boba de nombres propios, no es en vano. Sin mediar sus enseñanzas, a Cobos se le presentaría la situación institucional ideal para causar más daño al gobierno: protesta agropecuaria y presidencia a cargo, debido a la gira oficial por los países árabes de la mandataria. En marzo de 2008, cuando el lockout tenía menos de una semana, Cobos dijo, en línea con el gobierno que por entonces decía integrar, “queremos dialogar pero sin presiones. Esta medida perjudica a los propios productores”. Recuerdo la mirada complaciente que la presidenta Cristina Fernández le dedicó a su vice al anunciar, 90 días después de estallado el conflicto, el envío al Parlamento de un proyecto que establecía por ley el mecanismo de retenciones móviles, y que Cobos hizo fracasar con su tristemente célebre voto no positivo. Cleto debe sentir nostalgia por aquellos tiempos en que la sociedad de consumidores (así nos tratan) no conocía su talante de traidor, y el firmamento mediático opositor le reservaba una luz para su estrella, ya extinguida. Ahora no tiene margen ni siquiera para la ingratitud. Dicen que es traidor sólo quien no avisa; la previsibilidad de sus puñaladas hasta le quita ese mote a Cobos. Por lo demás, ¿se acuerdan cuando a Biolcati le cantaron piedra libre en dos calles de tránsito público anexadas ilegalmente a su estancia La Dorita, en Carlos Casares? ¿Por qué su amigo Macri no pidió entonces al gobierno que mandara a la Gendarmería a reprimir, para que los vecinos del predio intrusado no se vieran obligados a convivir con delincuentes? No hay peor miopía que la del ojo emperrado en ver chiquito.

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