jueves, 31 de marzo de 2011

Estela de Carlotto: “Tuvimos la inocencia de creer que era una dictadura más”

Tiempo Argentino
31 de marzo de 2011

Por Nicolás Eisler

La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo declaró en el juicio que se instruye contra Videla y Bignone. Recordó la historia de su hija.


La titular de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, declaró ayer en el juicio contra Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone por el Plan Sistemático de apropiación de bebés durante la última dictadura militar. En su testimonio recordó una entrevista a Ramón Camps publicada en un medio español donde el militar admitió “haber mandado a matar a más de 5000 ‘subversivos’” y entregar los hijos de desaparecidos “porque si los criaban sus familias iban a ser iguales a ellos”.
“Era casi increíble pensar que estos hechos iban a producirse en la Argentina. Tuvimos la inocencia de creer que iba a ser una dictadura más.” La frase de Estela de Carlotto retumbó en medio del silencio de la Sala Amia de los tribunales de Comodoro Py. La Abuela de Plaza de Mayo llegó poco antes de las 9:30, pero no pudo comenzar a declarar hasta las 11.
Después de presentarse, la titular de Abuelas relató su historia familiar. Habló de la militancia de su hija Laura, estudiante de Historia en la Universidad de La Plata, en la Juventud Universitaria Peronista.
La última vez que pudo encontrarse con ella fue el 31 de julio de 1977: “Toda la familia se trasladó a Buenos Aires. Queríamos estar juntos, mis hijos y mi marido Guido, Laura y yo”, relató Estela. Al día siguiente, Laura pidió prestada la camioneta Rastrojero de su padre para mudarse, y a partir de ese momento comenzó un calvario para los Carlotto que aún no llegó a su fin. “Había arreglado con su padre devolver la camioneta a las 17, pero como no hubo noticias de ella, mi marido fue a buscarla. A la 1 de la madrugada él tampoco había regresado y por eso fui al lugar que había sido su última casa. Estaba todo iluminado y había gente que salía llevándose cosas”, relató Carlotto. Más tarde pudo hablar con una vecina que le confirmó que su esposo había sido secuestrado.
Pocos días después recibió una llamada de su hija Laura quien había pasado a la clandestinidad e ignoraba la suerte que había corrido su padre. “Ahí hice lo que mi sentido común me indicó y comencé a buscar a mi marido”, recordó Carlotto.
Habló con gente de la Iglesia, incluso llegó a pagar más de 40 millones de pesos de la época con el objetivo de recuperar a su marido, pero no recibió ninguna respuesta. Por ese entonces también se encontró con Bignone, hermano de una compañera suya, quien la recibió cordialmente en su casa de Castelar, pero no la ayudó en nada. Guido Carlotto permaneció secuestrado 25 días en un lugar denominado “División Cuatrerismo”. El día de su liberación apareció “con 14 kilos menos, hecho una piltrafa, con marcas de tortura en su cuerpo. Y habló casi ocho horas seguidas, contando todo lo que le habían hecho.” En su relato, Guido mencionó a un hombre “con los zapatos lustrados, un pantalón muy elegante y una cadena”: era Ramón Camps.
Al tiempo Guido retomó su trabajo y continuó viendo a Laura, quien una vez por semana llamaba y escribía a su madre. La última de esas llamadas la recibió el 16 de diciembre de 1977. Allí Laura le contó que estaba “un poco más gorda” y la ilusionó con unas futuras vacaciones en la playa, en las que Estela podría conocer a su nuevo “compañero”.
Al no tener más novedades, Estela comenzó a buscar a su hija. Nuevamente se encontró con Bignone, a quien notó “muy alterado y nervioso”. Allí le dijo al militar que venía a pedir por su hija, “que no la maten. Si consideran que cometió un delito, júzguenla.”
El 4 de abril de 1978 se acercó una señora al negocio de su marido. Llevaba un mensaje de Laura: su hija estaba embarazada de seis meses y pedía que Estela fuera a buscar a su hija en Casa Cuna. “Fue como volver a vivir.” Allí la titular de Abuelas se acercó a otras personas que estaban en su misma situación, como María “Chicha” Mariani. “Nunca me imaginé que no iba a poder cuidar de mi nieto”, se apenó Carlotto. Minutos más tarde llegaría un corte de luz que amenazó con prolongarse. “No tenemos la sensación de un sabotaje, pero la justicia debería tener la sala en mejores condiciones”, reflexionó Agustín Chit, uno de los abogados de Abuelas.

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