Tiempo Argentino
23 de marzo de 2011
Por Demetrio Iramain director de Sueños Compartidos.
Tanquetas con flores amarillas en la punta, por donde debieran salir las detonaciones. Soldadores eléctricos. Sopletes. Mientras Hebe explica el carácter “surrealista” de la actividad más simbólica de las Madres para recordar el 24 de marzo, dos jóvenes de Fuerza Bruta se trepan al armatoste y cortan la primera bazooka, que próximamente se convertirá en bustos de San Martín, Belgrano y Moreno.
Parece un sueño, pero es todo lo contrario. En pleno predio de la ex ESMA, a un costado del ECuNHi, espacio que los pañuelos blancos comandan en el mayor centro de exterminio de la dictadura, las Madres hacen puré de hierro con abundante material bélico donado a ellas por el Ministerio de Defensa. “Hace un año y medio que vengo pensando esta actividad”, traza Bonafini. “Todos me decían ‘estás loca, no te lo van a dar’. Y ya ven”, continúa.
Las Madres no se hicieron militaristas, y derriten tanques mientras el imperialismo estadounidense derrama “democracia” en bombas de sangre y de fuego. La paz es otra cosa, evidentemente. “Esto no tiene que ver con la locura, sino con la pasión y la política”, concluye. Este país ya nunca podrá será el mismo. Las Madres de Plaza de Mayo agarraron la historia por el cuello y ahora no hay quién las pare.
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