miércoles, 16 de marzo de 2011

Y en eso... llegó Cristina

Miradas al Sur
Año 3. Edición número 147.

Por Demián Verduga

El sol pela. Se siente en la frente, los párpados, los dedos de las manos. Son las tres de la tarde. El cielo –quizás– esté demasiado peronista. No vendría mal alguna nube para mitigar el calor. En avenida Jujuy, las paredes están empapeladas: “El kirchnerismo va a Huracán”. Y así es. Faltan más de cuatro horas para que hable Cristina Fernández y en los alrededores de la cancha del Globo, donde se hará el acto de la Corriente Nacional de la Militancia, ya hay columnas del Movimiento Evita, de los empleados de comercio, de los trabajadores del ferrocarril Belgrano Sur. Hay agrupaciones de Santiago del Estero, Mendoza, Córdoba, Tucumán. Y algo más, importante en los procesos políticos con conquistas populares: hay mucha alegría.
El grupo que vino de Mendoza está a dos cuadras de la cancha. Sentado alrededor de una mesa, debajo de un toldo de chapa. La parrillita de Colonia al 200 instaló el toldo para darle sombra a las mesas de la vereda. En el piso, junto a las sillas, descansan unos carteles que dicen “Paco Pérez (actual ministro de Infraestructura de esa provincia) gobernador”. En una punta, está sentado un hombre que canta una canción mexicana. “Vamos compañero”, dice el que está al lado. El hombre, de pelo blanco, respira hondo y canta, con volumen: “No tengo trono ni reina / ni nadie que me comprenda / pero sigo siendo el rey”. El resto de la mesa y varios transeúntes que se habían detenido para escuchar –el cronista entre ellos– aplauden.
Al volver a caminar hacia la cancha se ven parados, junto al cordón de la vereda, los vendedores ambulantes. Uno que está de pie, sostiene varias banderas en una mano y las agita mientras dice “A las banderas. La de Perón, la de Evita, a la banderas”. Otro tiene un paño donde se lucen varios prendedores. Un pibe, con gotas de sudor en la frente, que tiene un chaleco que dice Movimiento Evita, se para junto al vendedor. “Che, tío, ¿no tenés hielo para vender? Dame hielo, por favor.” El vendedor se ríe y niega con la cabeza. El militante mira los prendedores del paño.
–¿A cuánto los tenés?
–Cinco pesos.
–Dame el de Perón, el de Evita, el del pingüino y el del Che. Quiero tener a todos los compañeros.
Una cuadra antes de la cancha hay un grupo reunido alrededor de una camioneta. El dueño del vehículo se llama Roberto. Estaba lavando su flete con la manguera y la gente se acercó para pedirle agua. “Mojame la cabeza”, dice una adolescente. Roberto se la moja. “Un poco acá, gracias”, pide una señora, que lleva un chico de unos cinco años de la mano y en la otra una botella de plástico vacía. Roberto la llena con agua. Llega el grupo de mendocinos. El que había cantado El Rey pide agua con una botella. Roberto la llena. El mendocino recita una frase, un tanto transformada:
–La fuerza hace la unión, la unión hace la paz y a los radicales los vamos a… ¡Tenemos que ganar en Mendoza!
El grupo que lo acompaña empieza a cantar la marcha peronista.

Adentro. Son las 16.30. Hay muchas columnas afuera y la cancha está a medio llenar. Hay globos con las siglas de los sindicatos, clavados al pasto con un hilo, que revolotean sobre el campo. Una esfinge –que también es un globo– con la cara de Néstor, está en un ángulo de la platea. El viento sopla, recorre las butacas, las sillas delante del escenario, las escalinatas de la popular y trae cierto alivio.
El acto tiene varios telones de fondo. Los conocidos son el triunfo de Héctor Cámpora el 11 de marzo de 1973 y el fallecimiento de Kirchner. Menos sabido es que este evento se planeó a principios de octubre del año pasado. La Corriente, integrada por Agustín Rossi, Daniel Filmus, Emilio Pérsico, Edgardo Depetri, Jorge Taiana, Fernando Chino Navarro y Francisco Barba Gutiérrez, estaba gestándose. Algunos de sus miembros –Návarro y Pérsico entre ellos– se reunieron con Kirchner. Él les sugirió que realizaran de nuevo el acto del 11 de marzo. Lo habían hecho, en 2010, en la cancha de Ferro. Kirchner les dijo que tenía un buen recuerdo de aquel acto. “A la tristeza por la ausencia de Néstor, se suma este recuerdo”, le dice a Miradas al Sur el dirigente de La Corriente que contó la anécdota.
Hay un desfile de organizaciones que van entrando hasta dejar la cancha colmada: los taxistas; una columna enorme con la bandera que dice “Camioneros”, que se ubica en la popular; otra con la bandera de Smata; un grupo más pequeño –pero nada despreciable– con banderas del PC. Es el kirchnerismo en todas sus vertientes. Con la cancha llena, los bombos, los fuegos artificiales y los cánticos se vuelven una música constante. A un costado del escenario, bañado por el sol, está el Chino Navarro. El cronista le pregunta si no tiene la sensación de que el acto es el más heterogéneo de los que hizo el kirchnerismo en los últimos tiempos. (Yendo hacia atrás: 15 de octubre de 2010, River, primó la vertiente sindical. 14 de septiembre de 2010, Luna Park, primó la juvenil. 11 de marzo del mismo año, Ferro, primaron los movimientos sociales). Navarro contesta:
–Es cierto que puede ser una buena mezcla de esos tres actos. Pero todos esos y, este, son el Frente para la Victoria. Muchos colores, heterogeneidad. No hay otra forma de construir una fuerza política que quiere seguir cambiando la historia.
El Barba Gutiérrez también anda, con camisa de manga corta, por el costado del escenario. Y dice:
–Es un acto que expresa distintas corrientes del krichenrismo que se identifican con el proyecto nacional y la candidatura de Cristina. Néstor quería esto: apertura, pluralismo, mucha juventud.
A pocos pasos de Gutiérrez hay dos militantes charlando. El pibe parece sostenerse con una mano del cartel enrollado, clavado en el pasto. La piba lleva una carterita tejida. Él le cuenta cuándo comenzó su organización. La piba lo escucha pero le cambia el tema.
–¿Habrá algún anunció hoy? –dice la piba.
–¿Te referís a la candidatura?
–Sí.
–No creo.
–Es que… no puedo más con la ansiedad.
Cuando hable Cristina no habrá anuncio de su candidatura. Sin embargo, su discurso estará en el extremo opuesto al de un dirigente que se está despidiendo. Dirá que el mejor homenaje a Kirchner “es seguir comprometidos con este proyecto”. Señalará cómo cree que hay que abordar el debate político los próximos meses. Todas señales de continuidad.

Y en eso… Uno de los organizadores se para detrás del podio y dice: “Hay más de 70 mil compañeros, entre los que llenan la cancha y los que están afuera”. Sentados en varias sillas, a los costados del escenario, están varios funcionarios del Gobierno. Se alcanza a ver a Héctor Timerman, Carlos Tomada, Eduardo Luis Duhalde, Alicia Kirchner, Nilda Garré, entro otros. Empieza el acto y hablan Navarro, Depetri, Andrés Larroque –de La Cámpora– Gutiérrez, Agustín Rossi y el gobernador de Entre Ríos, Sergio Uribarri. Cada uno tocó temas puntuales y todos proclamaron su adhesión al “proyecto nacional” y a la reelección de la Presidenta.
El organizador se para detrás del podio y hace el anuncio: llega Cristina al escenario. La acompañan Aníbal Fernández, Florencio Randazzo, Juan Manuel Abal Medina y, muy cerca, –toda una señal– Daniel Scioli. Los fuegos artificiales y los gritos no permiten distinguir un cántico. Se para detrás del podio. Lleva un vestido negro. Tiene los ojos humedecidos. Sus movimientos, como siempre, al acomodarse el pelo o sonreír, tienen una gran delicadeza. Transmiten cierta fragilidad. Quizá la mezcla de los gestos delicados y el discurso intenso y nítido sea parte de su magnetismo. “Quiero decirles que no vengo como Presidenta de la Nación sino como compañera” dice. Pide que el acto sea en homenaje “a él” (por Kirchner). “Un 11 de marzo como hoy, él les habló a ustedes. Yo quiero venir a recordarlo con el compromiso de seguir con este proyecto”. Los cánticos interrumpen: “Para Cristina la reelección”… La Presidenta retoma su discurso. Habla de los jóvenes. “Yo tenía 20 años, allá, el 11 de marzo del ’73. La misma edad que tiene mi hija Florencia ahora, que está en una de las tribunas. Ustedes, la generación del Bicentenario, se incorpora a la política no para estar en contra de algo, como nos pasó a nosotros que tuvimos que resistir las dictaduras, sino a favor de algo.”
–¡Gracias Cristina¡– grita alguien cerca del escenario.
–No hay que darme las gracias –contesta–. Hay que construir para que tanta lucha no sea en vano.
La Presidenta retoma el concepto de una construcción política “a favor de algo y no en contra”. Este es el eje central de su discurso. “No le pregunten al resto de los argentinos de dónde vienen. Pregúntenles si comparten la Asignación Universal, la industrialización del país, la cantidad de recursos que se invierten en educación pública, en las universidades. Pregúntenles si quieren vivir en un país donde los derechos humanos sean un valor de toda la sociedad, sin distinción de banderías políticas. Si se sienten parte de América latina y orgullosos de su identidad. Si comparten la ley de medios y que el Estado garantice las jubilaciones. Si están de acuerdo con esas cosas, entonces son parte de este espacio político, no importa de dónde vengan.” Sobre el final, Cristina hace referencia al tsunami de Japón: “Los Argentinos somos solidarios y vamos a ayudar”. Luego termina diciendo: “Quiero agradecer la fuerza y el afecto que me brindan. Sé que él está entre todos nosotros”. Los cánticos explotan y la marcha peronista comienza escucharse en los parlantes. Afuera de la cancha, aunque ya es de noche, hay pibes que acaban de salir y tocan los bombos y redoblantes. Parece que todavía es carnaval.

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