miércoles, 30 de marzo de 2011

La oposición sólo ruega piedad

Diario Registrado
30 de marzo de 2011

Por Orlando Barone

La prensa opositora es cruel con la oposición: le exige lo que ésta no puede hacer: reaccionar, redoblar sus esfuerzos, competir de igual a igual con el oficialismo. Si tuviera a Messi a lo mejor podría. O un referí tramposo reclutado en Chubut. Pero no.

En la oposición hay políticos convencionales, antiguos, que actúan como esos actores moldeados en la declamación y la rutina; en la gestualidad sin entraña y apartados de la naturalidad.

El lamento del periodismo opositor es inútil como el grito del director técnico y de los suplentes al equipo que en la cancha delata su inferioridad y va de cabeza al descenso. Ni todos juntos: ni juntando el equipo titular, a los que están en el banco, al cuerpo técnico y a los fanáticos de la barra brava, va a dejar de perder. ¡No es el equipo en la cancha, idiotas!; es el concepto ideológico, las convicciones políticas. Es el proyecto, el modelo, el cambio de paradigma; lo que sea o como se llame.

Por más que el periodismo opositor azuce a los políticos opositores, a los ciudadanos que aún les quedan, a los indecisos que siempre están indecisos hacia la derecha, a las corporaciones que conspiran, a los diplomáticos “whiskycola” remanentes de las relaciones carnales, a los peronistas que no saben que ya no son peronistas, a los izquierdistas de derecha que en la marcha del jueves cantaban “Cristina, Cristina, no chamuyés más” y a los huelguistas de ATE que enceguecidos van en camino de hacerse huelga ellos mismos, no hay caso: no “funcan”. Ni siquiera con changüí. Ni dándoles la ventaja de quejarse porque trabajadores damnificados les bloquean un rato la salida de los diarios.

Ni considerando eso un error táctico que, no obstante, comparado a aquel lockout patronal sojero de tres meses no es nada las chances de Cristina no se “descristinizan”. No insistan: no tramen fraudes, no se la tomen con la Cámpora que son jóvenes, no vayan a buscarlo a Bergoglio que está convaleciente, no asusten con que Obama está enojado con la Aduana y quiere que les devuelvan la valija. Resígnense.

No se afanen en fantasías destituyentes. No rujan con nostalgia libertadora. Ni aunque se le otorgue el premio Rodolfo Walsh a Chávez en lugar de a Fontevecchia. Ni incitándola a Beatriz Sarlo a escribir en La Nación notas tan dubitativas que le deben dar más trabajo que sus ensayos críticos literarios. Ni que Pino Solanas se pusiera a filmar un documental “marketinero” con Cristina tirando basura sobre los glaciares o llevándose oro en carretilla de las minas de Barrick Gold. Ni por más que lograran que Plácido Domingo hablara mal de los músicos del Colón para darle una mano a Macri. O si consiguieran que Graciela Ocaña sea nombrada en el Washington Post como campeona del agua destilada. Y que Mora y Araujo, Zuleta Puceiro, Julio Aurelio, Analogías, Rouvier, Ibarómetro, la encuesta de la peña del barrio, y hasta Poliarquía ante la certeza de la gran chance ganadora de Cristina, se animarían al bochorno y a publicar que está perdiendo. Ni aunque la pitonisa desorientada le reclamara a Riverito que en la lotería de denuncias le soplara aunque sea un solo acierto.

Por eso, respeten a la oposición. Está haciendo lo que puede incluso falseando la falsedad. Y por más que sus candidatos imitan lo que los medios dominantes les escriben, no les rinde. El periodismo opositor debería dejar de castigarla. Ruega piedad, compasión. La oposición ya no da más. Déjenla que pierda sin exigirle lo imposible. Bastante tendrá con el resultado de octubre.

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