Tiempo Argentino
12 de abril de 2011
Por Gerardo Aranguren
Durante tres horas, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo relató con lujo de detalles el secuestro y asesinato de su hija Laura, y la sustracción de Guido, el nieto que busca desde hace más de 30 años. Los siete imputados, ausentes.
Desde el estrado del Tribunal Oral Federal Nº 6, Estela de Carlotto miró las sillas vacías donde se suelen sentar los imputados Videla, Bignone y Acosta y, como si recitara un manifiesto, dijo: “Estoy acá para que la historia sea escrita tal cual fue y no se repita, protegiendo a las futuras generaciones. Es nuestra obligación moral, porque ellos no nos ayudan a encontrar a los nietos. Han perdido la humanidad y merecen que les caiga todo el peso de la justicia, es la única manera de que la democracia sea permanente.”
Durante tres horas, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo continuó con el relato que, a finales de marzo, había sido interrumpido por un corte de luz. Recordó el peregrinar por despachos judiciales, militares y eclesiásticos de las Abuelas en busca de información sobre sus nietos apropiados y, con una memoria prodigiosa, Carlotto respondió sobre cada uno de los 34 casos de apropiaciones que integran la causa “Plan Sistemático de robo de bebés”.
Uno de ellos es el de su propio nieto, Guido, nacido durante el cautiverio de su hija Laura, quien fue asesinada en un enfrentamiento fraguado el 25 de octubre de 1978, dos meses después de haber parido en el Hospital Militar.
Ese mismo día su esposo y ella recibieron una comunicación de la policía que decía: “A los progenitores de Laura Carlotto se les solicita en la comisaría de Isidro Casanova con motivos que oportunamente se les notificará”. “El viaje hasta la comisaría fue un calvario, pensábamos que podía estar viva con el bebé, pero también que podía estar muerta. Al llegar, las miradas de los policías nos hicieron saber que la noticia no era buena.”
El comisario les mostró el documento de Laura, les dijo que había “fallecido” y que debían retirarla junto a otro joven antes de las 12, cuando los enterrarían como NN. “Yo no suelo levantar la voz pero les grité: ‘asesinos, la secuestraron y la mataron’. Pregunté por el bebé y me contestó que no había ningún bebé y para evitar una nueva reacción mía, abrió su cajón y colocó sobre el escritorio un pistola”, narró Carlotto.
Laura fue velada a cajón cerrado durante dos días, mientras esperaban el cambio de la partida de defunción que figuraba como NN. En esas 48 horas, Estela juntó fuerzas y quiso despedirse de su hija, allí vió que tenía las manos sucias por la toma de huellas dactilares y rastros de pólvora en el vientre, de los balazos para que no se pudiera comprobar la maternidad. “Lejos de doblegarme, no me vencieron y en su tumba prometí seguir luchando por su justicia, por la de sus 30 mil compañeros y también por su hijito”, aseguró.
“La vida continuó marcada por ese dolor enorme, dejé la escuela donde trabajaba, dejé la casa”, contó. El testimonio de Alcira Ríos, quién había compartido cautiverio en La Cacha con Laura, le había permitido a Estela conocer que su hija había dado a luz a un bebé. Esto recién lo pudo comprobar en democracia, cuando en 1985 el prestigioso científico estadounidense Clyde Snow, fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense, realizó la exhumación del cuerpo. “Cuando Snow descubre el cuerpo pasaron dos cosas. Yo veo a Laura, sus restos, y cierro el duelo. También ahí Snow me dice que soy abuela. La dictadura decía que mi hija había sido asesinada en un enfrentamiento y que no había tenido un bebé, pero las pericias determinaron que la mataron mientras estaba tirada en el suelo y que había tenido un bebé a término”, relató.
El ex dictador Reynaldo Bignone, al igual que los otros siete acusados, no estuvo presente cuando la presidenta de Abuelas reiteró las reuniones que mantuvo con él mientras era secretario de Jorge Rafael Videla, otro de los imputados. La primera vez fue en agosto de 1977, cuando habían secuestrado a Guido, su marido, que fue torturado durante 25 días en la División de Cuatrerismo de Arana. La segunda vez fue en diciembre del mismo año, tras el secuestro de Laura. “Si la mataron entréguenme el cuerpo”, le dijo Carlotto, desesperada, al ex dictador.
En ese momento, también recurrió a la justicia y a la Iglesia. Presentó un habeas corpus por la detención de su hija, pero la respuesta, que le llegó a los pocos días de haberla enterrado, fue: “No se encuentra detenida y se desconoce su paradero.”
También cuestionó el rol de la Iglesia. Contó que recurrieron a curas de base hasta llegar al Papa porque “el clamor nuestro era que la Iglesia se ocupara públicamente”, sin embargo, señaló “todavía hay 400 nietos esclavos de la dictadura y la Iglesia no habla del tema”.
Habló del caso Lanouscou a pedido de la querella
Ante las preguntas de una de las querellas, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, se refirió al caso de Matilde Lanouscou, secuestrada luego de un operativo en el que asesinaron a sus padres y hermanos y cuya familia biológica sospecha que podría tratarse de Marcela Noble Herrera, adoptada por la dueña del diario Clarín.
El 3 de septiembre de 1976 el Ejército atacó la casa de la familia Lanouscou Miranda y asesinó al matrimonio de Roberto Lanouscou y Bárbara Miranda y a sus hijos, Roberto de cinco años, Bárbara de cuatro y Matilde de seis meses de edad.
“A pedido de la familia y de Abuelas se exhumaron los restos de los Lanouscou para dar por tierra con la noticia que decía que ese día se había abatido a cinco subversivos”, comenzó la titular de Abuelas. “Se exhumaron todos los féretros pero en el cajoncito de Matilde no hubo restos, sino sólo una botita y algunas ropas más. Según los peritos no se observaba en la ropa restos de una persona, lo que nos hace suponer que fue sacada con vida y apropiada por algún represor. Por eso en el caso de los niños apropiados por la señora de Noble está como querellante la familia Lanouscou Miranda”, agregó.
Carlotto también recordó el caso del nieto recuperado 102, Ezequiel Rochistein Tauro, secuestrado por el represor prófugo Juan Carlos Vázquez Sarmiento. El joven rechazaba conocer su verdadera identidad y a su familia biológica. “Siguió la carrera de abogacía para defender a su apropiador. Se negaba y cómo última medida el juez hizo uso de la ley y le pidieron su ropa”, rememoró y señaló: “Él estaba enojado con Abuelas pero hoy, luego de saber su verdad, me dijo que era feliz porque sabía quién era y podía contárselo a sus hijas.”
Ezequiel habló recientemente y por primera vez de su caso y agradeció la tarea y la discreción con que las Abuelas llevaron adelante la investigación.
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