domingo, 3 de abril de 2011

“A los Cascos Blancos argentinos tenemos que decirle mil gracias”

Tiempo Argentino
3 de abril de 2011

Por Martín Piqué

Los especialistas nacionales reciben cada día miles de refugiados. Se quedarán en el terreno por lo menos dos semanas más.


Los Cascos Blancos de la Cancillería se quedarán por lo menos 15 días más en esta ciudad fronteriza con Libia por pedido expreso del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El equipo de cinco especialistas que forman la delegación argentina –especializados en emergencia humanitaria y rescate en catástrofes– continuarán con su misión en los campamentos de refugiados de Choucha y Taawon, emplazados a menos de diez kilómetros del límite con Libia.
“A los Cascos Blancos argentinos tenemos que decirles mil gracias. Llegaron en el momento crítico y comenzaron a reestructurar el campamento (de Choucha), que estaba en un gran desorden. Eso fue crucial. Sin ellos no podríamos haber logrado organizar un campamento más grande y con más carpas. Los Cascos Blancos llegaron para hacer la reestructuración pero terminaron siendo mucho más que eso”, dijo ayer a Tiempo Argentino Hovig Etyemezian, oficial libanés de ACNUR y jefe del campamento de Choucha.
El pedido formal para que los argentinos permanezcan en la zona se concretará hoy a las 9 de Túnez (5 de la mañana de la Argentina), cuando el responsable máximo de la misión de ACNUR, el sirio Ayman Gharaibeh, brinde una conferencia de prensa conjunta con el titular de Cascos Blancos, Gabriel Fuks, quien ayer recorrió los campos de refugiados para supervisar la tarea realizada. Aparte de la reorganización general del campo de Choucha, de 22 hectáreas de extensión, los argentinos levantaron de cero el campamento de Taawon.
Ubicado a 100 metros del límite con Libia, Taawon es hoy el primer destino para los desplazados que traspasan la frontera: familias con hijos asustados y trabajadores que cruzan en grupos llegan todos los días hasta el campo construido por los Cascos Blancos. Allí pasan la noche, son registrados, se les provee de comida. Luego se les asigna un lugar en el campo que será su residencia transitoria hasta que la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) les consiga un pasaje de avión a su país de origen o se les asigne el estatus de refugiado político. La mayoría proviene del África sub-sahariana y de algunos países asiáticos, como Bangladesh y Pakistán. Son operarios de la industria petrolera o peones rurales que trabajan por temporadas.
La llegada de refugiados desde Libia al puesto fronterizo de Ras Al Ajdir no se detiene con el paso de los días. En ACNUR están alertas porque mientras se siguen sumando familias con niños –lo que obliga a extender el campo con cientos de nuevas carpas—, la provisión de servicios básicos, como agua potable y baños químicos, puede resultar insuficiente. El crecimiento del campo también provoca peleas entre los grupos de distintas nacionalidades. Para tratar de reducir los choques que llegan a ser muy violentos, el personal humanitario –entre ellos los argentinos– asigna a cada colectividad un lugar en el campamento. Pero la ubicación suele generar conflictos.
En ACNUR aseguran que las peleas dentro del campo no responden a cuestiones políticas. Dicen que los distintos posicionamientos respecto a Muammar Khadafi no tienen nada que ver con los roces por el espacio, por la mayor cercanía a la comida y el agua potable.
Los Cascos Blancos tienen una ventaja para sobrellevar esas tensiones lógicas en una zona de guerra. Por ser argentinos, nadie los identifica con la coalición franco-estadounidense que se formó para llevar adelante el bombardeo aéreo sobre Trípoli. “Nuestra inserción en la temática humanitaria es independiente de las resoluciones que tome el Consejo de Seguridad (de la ONU)”, aseguró Fuks a este diario.

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