viernes, 15 de abril de 2011

La victoria como construcción

Tiempo Argentino
15 de abril de 2011

Por Marcelo Koenig Corriente Peronista

Cada vez que el establishment pensó que los Kirchner habían alcanzado su techo en su propuesta transformadora, la pareja que condujo este proceso demostró que estaba dispuesta a ir por más.


La continuidad del proceso político nacional y popular que abrió Kirchner en 2003 se pone en juego en octubre. En estas elecciones nacionales se van a confrontar dos proyectos de país. Acaso debiéramos remontarnos a 1983, o quizás a 1973 para apreciar una contienda electoral presidencial tan politizada, en donde se jugara algo más que las personas que habrían de ejercer el gobierno…
Los primeros resultados de este año electoral se mostraron ampliamente favorables para Cristina. En Catamarca, Chubut y Salta los candidatos relacionados con la Rosada, de forma más directa, o no tanto, hicieron muy buenas elecciones.
Las corporaciones que conducen en términos reales al bloque opositor no han podido aún forjar la unidad opositora que le permita dar disputa en términos efectivos al kirchnerismo. Las alquimias que los monopolios mediáticos hacen cotidianamente con el objeto de desgastar al gobierno nacional no hacen mella en la imagen positiva de Cristina.
Es inútil, uno de los grandes triunfos de este gobierno ha sido arrebatarle a esas corporaciones mediáticas la producción del sentido común. Ya no logran marcar la agenda cotidiana de los argentinos.
Luces amarillas de alerta se encienden en las mesas donde anida el real poder económico y político, que manejó el país durante el apogeo del neoliberalismo.
Sobre estas alertas ha de constituirse una nueva unión democrática para volver a enfrentar a su enemigo histórico: el frente nacional y popular conducido por el peronismo.
Sin embargo, esas victorias electorales en las primeras contiendas se pueden volver un boomerang contra el gobierno. Confiarse demasiado, pensar que las elecciones se ganan de antemano, puede ser un gran error político.
No hay carreras que se ganan con la fusta abajo del brazo. No en política. Aunque los asesores de márketing –de esos que tan a rajatabla sigue instrucciones Macri, pero que también existen de este lado– digan que lo mejor para garantizar el buen resultado es hacer la plancha, la construcción de una victoria del pueblo indica precisamente lo contrario.
Los sectores más conservadores de este proceso, sin duda, han de aferrarse a ese statu quo. Para ellos, el proyecto nacional y popular ha alcanzado su cenit. Ya a afectado suficientes intereses, ya ha confrontado demasiado, ya ha crispado los ánimos lo suficiente. Para ellos, es tiempo de recomponer para garantizar gobernabilidad.
¿Qué creemos nosotros que es construir una victoria del pueblo? Por lo pronto, ponerle el cascabel al gato explicitando qué queremos decir cuando hablamos de profundización.
Cada vez que el establishment político pensó que los Kirchner habían alcanzado su techo en su propuesta transformadora, la pareja que condujo este proceso demostró que estaba dispuesta a ir por más.
Aun en la derrota de 2009 la lectura correcta que hicieron fue que se debió a no haber profundizado el proyecto y no a una falla en la comunicación, como sostenían muchos.
Ellos entendieron como nadie que este proceso tenía el equilibrio de la bicicleta, tirando para adelante para no perder la estabilidad en su inmovilidad.
También comprendieron que hay que ir para adelante día por día, avanzando desde lo posible, caminando paso a paso en un proceso transformador que recién mirado en la perspectiva general de su camino iba a ser revolucionario.
Así conjuraron el riesgo de una impaciencia revolucionaria que raya el infantilismo. El rumbo estratégico siempre ha sido en nuestra historia más importante que bonitos programas escritos por comprometidos, preclaros y autoproclamados revolucionarios.
Hechas estas aclaraciones, la profundización aparece ligada centralmente no sólo a seguir afectando a intereses corporativos de los defensores de privilegios, sino también al proceso de institucionalización de las transformaciones logradas.
En este sentido, ya no está sólo en juego la disputa del gobierno, sino la transformación del Estado mismo para ponerlo al servicio de la construcción de una sociedad más justa. Y para eso es indispensable teñirlo con la presencia, los anhelos, los miedos y las ganas del pueblo mismo.
Profundización es, sin duda, una mayor organización popular en torno no sólo de la defensa sino de la proyección de la Patria que soñamos.
Sin mayores niveles de organización del campo popular difícilmente podamos avanzar en las conquistas que quedan aún pendientes.
Este es un gran desafío para la militancia política que debe repensarse a sí misma. Debe dejar por un lado de ser mediadora entre el Estado y las masas para formarse políticamente para el ejercicio mismo del poder.
Es el tiempo de la política, y ese es el gran legado de Néstor Kirchner. Comprenderlo es estar a la altura de esta etapa histórica.
La clave de este tiempo se acerca mucho más a la capacidad de formación de cuadros que a la capacidad de movilización. Obviamente sin que ambas se excluyan, sino que se complementen. Y una le dé sentido a la otra.
La victoria del pueblo que debemos construir en octubre es mucho más que la meramente electoral.
No es lo mismo ganar sin que se hagan olas, que un triunfo logrado en base a la convocatoria a la participación, un llamado a pensar qué Argentina queremos y cómo hemos de construirla.

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