domingo, 3 de abril de 2011

Mentiras verdaderas

Tiempo Argentino
3 de abril de 2011

Por María Seoane

El conflicto sindical que derivó en el indeseado bloqueo a la planta de Clarín por sus delegados gráficos y la victimización del multimedios por la supuesta amenaza a la libertad de expresión que achacó al gobierno dejaron una estela de consecuencias.
Una fue la renuncia de Víctor Hugo Morales a la Academia Nacional de Periodismo. ¿Motivo? Allí hay, dijo, defensores incondicionales de los grandes medios privados, defensa que esgrimen en nombre de una libertad de expresión que hoy no está cuestionada por el Estado ni por un gobierno que eliminó de la legislación la Ley de Calumnias e Injurias.
Los periodistas, dijo, pueden decir lo que se les antoja. No hay un solo periodista preso, ni perseguido. Sí cuestionados, lo que no implica persecución sino debate.
Víctor Hugo Morales agregó otros argumentos no menos gravosos porque pertenecen al mundo de los delitos de lesa humanidad: la apropiación de Papel Prensa y el ADN retaceado de los herederos Noble.
Apuntó, en otro orden, a la negativa de Clarín de someterse a la Ley de Medios de la Democracia. Con su partida, la Academia queda así renga de voces críticas.
Pero hay otra consecuencia de lo ocurrido aun más grave: el show mediático de la oposición, un road movie que protagonizaron radicales, cívicos, federales, macristas y pinistas al encenderse y apagarse al compás de las cámaras por una mentira: el Estado no protagonizó ninguna censura, ni impulsó el bloqueo sindical.
La justicia –explicó la ministra de Seguridad Nilda Garré– no ordenó el desalojo compulsivo en la madrugada de un grupo de trabajadores con sus mujeres y sus niños. Por tanto, el Estado ni el gobierno lo apañaron.
Ese bloque opositor, ya sin los pinistas, fue más lejos: hizo un comunicado de defensa de la democracia, un texto esperpéntico que encubre con palabras sólo una cosa: no los une la defensa de los intereses sociales, sólo el supuesto ataque a su vocero de prensa, que los constituye como sujetos políticos al parecer más que los votos de los argentinos.
No se midieron las canalladas para tributar al amo al decir que la demora en el reparto de un diario fue el principal atentado a la democracia desde 1983.
Quiero creer (lo sé) que deben haberse reído –aunque les fuera funcional a su pelea con el gobierno– los editores más conspicuos de los grandes diarios de semejante síntesis histórica de Macri.
Ahí está el admirado diario El País de España, un grupo aliado a Clarín, con una huelga que lo bloqueó. A nadie de la dirigencia política española se le ocurrió hablar de censura o ataque a la libertad de expresión.
Lo cierto es que el Grupo Clarín desplazó de entrada el eje del debate: igualó un conflicto sindical con un atentado a la libertad de expresión. El desplazamiento de la verdad, la creación de una realidad virtual que encubra con mucho ruido de cámara la verdad (un conflicto entre patrones y obreros) tiene la intención de confundir a la sociedad y de someter a la política a la defensa de intereses privados.
Los autoritarios de todo pelaje, en dictadura y democracias fallidas, han usado este recurso de desplazar la verdad para encubrir la verdad: se trata siempre de ganar plata y poder.
En 1976 se dijo que el golpe de Estado se hacía para restituir el orden. Debajo de esa mentira se reformateaba la distribución del ingreso y se mataba a mansalva. Por lo tanto, la creación mediática de una realidad virtual alrededor de la cual baila una oposición política desesperada de flashes es una herencia del poder autoritario.
¿Cuánto autoritarismo y violencia discursiva hay en insistir con una mentira, en hacer bailar la realidad política y social sobre una mentira?
La furia con que se despachan los voceros de la oposición mediática contra el periodismo crítico, el desprecio y los cuestionamientos a 6,7,8 o a toda la prensa no monopólica, indica que si fueran poder político la suprimirían argumentando que le ahorran plata a la sociedad, es decir, encubriendo la verdad.
Necesitan silencio para engañar. Este momento es otro: ya no hay golpes militares que obturen en una semana la emergencia de la verdad.
Ahora, es el poder mediático quien instala más sutilmente pero con igual poder de fuego una realidad virtual que encubre los conflictos, los desplaza y los manipula.
En esa marabunta sobrevive nuestra oposición política porque sólo existen si son pensados y nombrados o levantados por los grandes medios.
Son “mediodependientes”. Soldados de un ejército de intereses privados. Este es su drama porque está claro que la corpo mediática hace su negocio. Que los descartará cuando ya no le sirvan.
Y, encima, la gente está mirando otro canal. Lo dicen las encuestas.

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