miércoles, 25 de mayo de 2011

Sobre límites y métodos

Tiempo Argentino
25 de mayo de 2011

Por Antonio Cassia Secretario general de la Federación de Petroleros

No es nuevo el debate sobre los alcances que puede tener la protesta y sobre los medios de los cuales puede valerse el dirigente a la hora de defender derechos. Dije alguna vez que mi diferencia con otros compañeros no eran las cuestiones que se planteaban, pues eran las mismas, sino el método. Los problemas se resuelven en la mesa de discusión y no en la calle. El fin no justifica los medios. No cualquier reclamo tiene la jerarquía suficiente para dar lugar al extremo de la huelga y mucho menos al corte, al desabastecimiento y al caos social. En los últimos meses se atravesaron dos conflictos gravísimos con los petroleros de la provincia de Santa Cruz y ambos tuvieron por real causal cuestiones de encuadre gremial. Digamos la verdad, el país no estuvo casi paralizado por cuestiones salariales o por fuentes de trabajo, sino por pujas de poder.
Una vieja escuela sindical, hoy un tanto olvidada, rechaza la frase “hasta las últimas consecuencias”. El buen dirigente sabe que no entra en un callejón sin salida, porque lo que está en juego es el trabajo de la gente y con eso no se juega. El único supuesto que justifica redoblar la apuesta es la fuente de trabajo; si peligra, el dirigente debe utilizar todos los recursos. El derecho constitucional de huelga se legitima cuando se han agotado primero todos los medios de diálogo y las instancias administrativas previstas por la ley.
No es el caso que se vive en la actualidad. Por suerte, el trabajo crece junto con la economía y la lucha es por salarios, por mejores condiciones, por reparaciones sociales, todos temas sumamente válidos e importantes, pero que exigen ser más creativos, utilizando métodos de presión que no involucren la productividad y mucho menos la paz social. Así lo debemos entender desde el sector sindical y también lo deben razonar de una vez por todas los empresarios, quienes muchas veces tensan la cuerda innecesariamente, incluso sacando provecho de los conflictos gremiales, a partir de los cuales terminan consiguiendo ventajas de parte del Estado.
Los dirigentes vinculados a los sectores primarios de la producción, tenemos incluso una responsabilidad mayor, pues una medida en el petróleo, la energía, el transporte, etcétera, influyen directamente en el resto de las actividades, paralizan la población y atentan contra el bien público. Para nosotros el paro es una decisión sumamente extrema, especialmente en un contexto democrático en el cual hemos recuperado las paritarias como método de discusión.
Nada se construye desde el fango, pues los cimientos ceden tarde o temprano. Para ser realmente parte de un proyecto de país superador, es hora de discernir claramente entre qué cosas se pueden hacer o decir y qué cosas se deben hacer o decir. El hecho de que todo esté permitido, de que gocemos de una libertad con pocos precedentes, no admite que olvidemos nuestros deberes, nuestras obligaciones.
Quizás muchos debamos recapacitar en todo el sentido de la palabra, como sinónimo de volver a analizar nuestras conductas y como punto de reflexión sobre la importancia de entregar a las futuras generaciones de dirigentes una nueva capacitación, ligada profundamente al crecimiento de una clase trabajadora comprometida con la producción y el fortalecimiento del país a través de una industria pujante, y en particular atendiendo a la maduración que exige la propia evolución y globalización de los parámetros internacionales de generación de riquezas sobre las cuales los trabajadores debemos exigir la participación que nos corresponde y que el gobierno viene garantizando.

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