Miradas al sur
20 de febrero de 2011
Por Miguel Russo
Las declaraciones de Washington, los titulares de los grandes medios y la indignación del arco opositor
En 1845, Domingo Faustino Sarmiento, exiliado en Chile, comenzaba a publicar, en formato de folletín en el diario trasandino El Progreso, su Facundo. La idea era responderle a Baldomero García, el hombre enviado por Rosas para pedir la extradición del sanjuanino y presentar ante las autoridades chilenas su protesta formal por la permisividad en el accionar de los unitarios. Comenzaba allí la dicotomía que signaría el último siglo y medio nacional: civilización o barbarie.
Pasaron de aquello 166 años, pero el enfrentamiento entre esos términos sigue deparando noticias. Claro, muy lejos de la prosa sarmientina. La excusa, esta vez, para que el periodismo mostrara de manera indudable su alineamiento con las consignas del imperio, fue lo ocurrido con el avión militar estadounidense y su mercadería de contrabando.
Como si se tratara del encadenamiento de caídas de las piezas de dominó paradas una detrás de la otra, bastó que los Estados Unidos protestaran por la decisión soberana del Gobierno de no permitir el ingreso de material no declarado para que los políticos de la oposición vieran allí la madre de todos los conflictos. Y, de inmediato, salieran sus voceros periodísticos a titular lo que era, poco menos que una agresión argentina que podía provocar una guerra sin atenuantes contra la potencia americana.
Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Ernesto Sanz no rumiaron ni un segundo el acontecimiento. Parecía que la consigna era ponerse de acuerdo con la protesta yanqui (¿civilización?) para aprovechar el espacio que seguramente les iban a conceder en los medios y pegarle a la decisión gubernamental argentina (¿barbarie?).
Mientras el jefe de Gobierno porteño hablaba de “show mediático provocado por el canciller Héctor Timerman”, poco le importaba el verdadero show que se gestaba desde las tapas de Clarín y La Nación. “Eso no nos deja bien parados”, decía el jefe del PRO, y Clarín replicaba: “Fuentes de la diplomacia norteamericana dijeron que el material requisado era para un entrenamiento policial aprobado por Timerman y Garré”. El titular, no dejaba lugar a dudas sobre la posición que adquiría la noticia para los muchachos de Ernestina: “Otra vez, una interna del Gobierno empujó la decisión”.
Francisco de Narváez fue sentencioso: “El Gobierno busca distraer la atención pública generando un problema de soberanía”.
La Nación también se sumó al convite: “Grave escalada en el conflicto con EE.UU. por el avión militar”, encabezó el diario de los Mitre. Y, de paso, cargó contra la gestión de Cancillería: “Héctor Timerman acusó al gobierno de Obama de intentar introducir material ‘sospechoso’ y vinculó el decomiso con la lucha contra el terrorismo; Washington exigió la devolución de la carga y calificó de ‘vergonzoso’ el trato recibido”.
De allí a la crisis diplomática, según los medios hegemónicos, había un paso. Y ellos estaban dispuestos a ayudar para que los Estados Unidos, es decir, la civilización, lo diera. Por eso, no trepidaron en reproducir al radical mendocino Sanz: “La soberanía nacional no se defiende con diplomacia mediática”. Ni lo que agregaba De Narváez: “El kirchnerismo utiliza este caso para distraer la atención pública y crear un problema de soberanía”. Paradójicamente, ni siquiera se tomó en serio la seriedad que ameritaba la noticia y reprodujo la chicana sin gracia: “¿Alguien se imagina que el avión salió, vio luz y paró acá?”.
Marcelo Longobardi, desde Radio 10, intentó ridiculizar al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y, además, tratar de ser nombrado como abanderado (o, al menos, buen promedio) de la embajada norteamericana. En su rol de periodista sagaz, términos como “soberanía”, “decencia” y sobre todo y ante todo “verdad”, fueron cambiando peligrosamente de significación hasta llegar a ser palabras de una oquedad patética.
Los medios también dieron cabida a otro personaje del Peronismo Federal. Entonces fue el turno del diputado nacional Eduardo Amadeo y de sus ecos en Radio Ciudad y El Mundo: “Timerman es el ministro de los conflictos externos y en el caso del avión estadounidense hizo una payasada, que muestra una gran irresponsabilidad en el ejercicio de su trabajo. Una vez más, el canciller demostró su búsqueda desesperada de tapas de diarios de cualquier tipo, tanto para su supuesto lucimiento personal como para generar conflictos”. Argumentalmente, poco le importaba a Amadeo que esa búsqueda de tapa hubiera motivado una andanada de titulares en contra. “Esto se armó por una especie de venganza: la negativa del presidente Obama de pasar por la Argentina”, decía Amadeo y repetían, incansablemente, como si se tratara del mejor de los análisis, las radios y los diarios hegemónicos.
Como broche de oro, o como para confirmar que las noticias terminan cuando los periodistas quieren, el programa del jueves por la noche de TN que conducen Eduardo Van der Kooy y Julio Blanck entraba de lleno en el cuadro de honor del ridículo al dejar hablar al politólogo Carlos Pérez Llana, quien realizó uno de los más pobres análisis sobre conflictividad entre naciones de los que se pueda tener memoria.
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