domingo, 27 de febrero de 2011

Precarización, olvidos y por-venir

Tiempo Argentino
27 de febrero de 2011

Por Jorge Muracciole

La decisión política del gobierno de Cristina Fernández, de llegar hasta las últimas consecuencias en la investigación judicial y el castigo a los culpables –tanto materiales como intelectuales– ante el asesinato del joven militante obrerista, en esta última semana ha dado sus frutos. La detención del secretario general de la Unión Ferroviaria José Pedraza es una clara muestra de la mencionada voluntad gubernamental.


Con el asesinato de Mariano Ferreyra se instalaron en la opinión pública varios temas de larga data, que fueron invisibilizados, o en el caso de la prensa conservadora naturalizados por años. La precarización en el mundo del trabajo, fue difundida por décadas por los medios tradicionales con el neologismo “flexibilización laboral”, como el paradigma de época, como realidad incontrastable del mercado de trabajo, esa particular forma de contratación vigente en el mundo globalizado. La llamada precarización laboral, expresada en el caso específico de los tercerizados del Ferrocarril Roca, es la punta de un iceberg, que se oculta detrás del patrón de acumulación propio del modelo neoliberal impuesto en los ’90.
Estas formas de gestión de la mano de obra están tan expandidas en el universo laboral, que resulta sorprendente que fuera necesaria la trágica muerte de un joven militante para que se instalaran en la agenda de los medios y se produjera un profundo revulsivo en la sensibilidad social, pasando abruptamente de la naturalización mediática a la denuncia pública de los casos de tercerización, en un proceso abierto que ha dado un salto impensado en la instalación del sentido común de la opinión pública de consecuencias progresivas aún hoy impredecibles.
El otro tema que volvió a ocupar titulares fue la violencia organizada por las cúpulas sindicales en defensa de sus negocios. En esta compleja trama de asociaciones históricas entre intereses empresariales y la cooptación de jerarcas corruptos, la prensa sólo destaca el rol de los dirigentes burocráticos enriquecidos, pero nada dicen del arraigado mecanismo de cooptación empresarial, ni de los móviles de los delitos y entuertos de los más diversos, amparados por gobiernos en décadas que hicieron posible una suerte de casta de sindicalismo-gerencial, que desnaturalizó una larga tradición de combate por las necesidades de los asalariados. Tampoco destacan el enriquecimiento desmedido de ciertas cúpulas gremiales, ligadas al proyecto neoliberal que tomaron parte del festín privatista en el desguace de las empresas del Estado, durante la década de 1990.
La decisión política del gobierno de Cristina Fernández, de llegar hasta las últimas consecuencias en la investigación judicial y el castigo a los culpables –tanto materiales como intelectuales– ante el asesinato del joven militante obrerista, en esta última semana ha dado sus frutos. La detención del secretario general de la Unión Ferroviaria José Pedraza es una clara muestra de la mencionada voluntad gubernamental.
Lo que aún queda por desentrañar es si dicha asociación de voluntades de la cúpula sindical y los empresarios del sector ferroviario, no es más que un contubernio que fue gestándose en una añeja metamorfosis que se instaló como dispositivo de acumulación de ganancias de una determinada élite empresarial y sus socios menores, una casta de dirigentes, corrompidos por el sistemático accionar empresarial en búsqueda de tender puentes de plata entre sus negocios y determinada dirigencia sindical, que tuvo sus años de esplendor con el festival de privatizaciones del menemato en su alianza con lo más concentrado del capital, en una suerte de ingeniería social a lo largo del experimento neoliberal de los ’90.
Ante el asesinato de Mariano Ferreyra, cuando la prensa conservadora se lanzó a ejercitar su deporte predilecto “hacer leña del árbol caído”,de sus antiguos aliados, y bosquejar blanco sobre negro la contradictoria trayectoria, tanto ideológica como material del sindicalista acusado, lo que se olvidan de recordar los medios hegemónicos es el amplio despliegue periodístico que durante dos décadas –y principalmente en plena fiebre privatista–, le concedió a los principales jerarcas gremiales del llamado sindicalismo-empresarial, los Cavalieri, Lescano, Linguieri, Barrionuevo, y el mismísimo Pedraza, de quien hoy se encargan en difundir su particular periplo de combatividad antiburocrática en la CGT de los Argentinos de fines de los ’60, la lucha antidictatorial y su posterior debacle y cooptación al ideario neoliberal en pleno menemato, que de alguna manera expresa un devenir común en el tan denostado quehacer gremial, tan vituperado y tan poco analizado en la prensa neoliberal. Para poder abordar con algún grado de seriedad la metamorfosis de la dirigencia sindical en la Argentina y en muchos otros puntos de la geografía globalizada de las relaciones laborales contemporáneas, lo primero que se deberá hacer es contextualizar dicha institución –la sindical–, en el actual escenario capitalista. Sin olvidar que uno de los síntomas más característicos de nuestras democracias inconclusas es la crisis de representación del conjunto de los dispositivos institucionales, y del exponencial crecimiento y concentración de las corporaciones empresariales. Que ya no sólo conducen sus negocios, sino que en su lógica de acumulación desmedida, atraviesan instituciones, cooptan voluntades, desestabilizan economías y destituyen gobiernos. Querer analizar los llamados desmanejos de las conducciones sindicales y sus consecuencias haciendo abstracción de este cuadro de situación, puede hacer pensar a un profano en la materia –que los hay y muchos– que la mejor manera de sanear el cuerpo social de las llamadas democracias de la escasez del capitalismo periférico es comenzar por sus efectos mediáticamente más ponderados, la tan escrachada dirigencia sindical en términos genéricos.
Democratizar la sociedad contemporánea significaría una profunda transformación en las prácticas institucionales desde las empresariales, las educativas, las político partidarias,las administrativas y por supuesto las sindicales. Para dicho desafío se deberá crear las condiciones necesarias para que la mencionada democratización, no sea distorsionada por las profundas asimetrías existentes en materia económica y la incidencia del poder real en su resolución (léase coorporaciones empresarias). Con ese objetivo, para poder iniciar una democratización real en el ámbito de las relaciones laborales, se deberá conseguir que los empresarios habiliten la posibilidad de ejercitar los derechos hoy denegados por el autoritarismo empresarial en cada lugar de trabajo sin representación. Se calcula que hoy el 85% de los trabajadores de empresas privadas son impedidos de hecho, por sus patronales, del constitucional derecho de elegir a su representación de base en su lugar de trabajo. Sin duda esta profunda medida democratizadora tendrá sus efectos en el actual statu quo sindical. Lo que tendríamos que preguntarnos es si, en realidad, no ocurre porque la principal interesada en esta falta de práctica de democracia sindical, no es la misma corporación empresarial –para cualquier patronal la mejor comisión interna es la que no existe–.
A no engañarnos, en la actual Argentina, son muchas las cosas a profundizar, para hacer posible una verdadera democracia social. En primer lugar la inequitativa torta distributiva, de la cual son víctimas las grandes mayorías laboriosas, en segundo lugar los indignos niveles de inequidad entre los que más tienen y los excluidos del mundo del trabajo formal. Para lograr esos objetivos se deberá profundizar en los niveles de participación de la multitud aún hoy atomizada. En ese tan mentado camino democratizador, todas las instituciones sin excepciones tendrán que transformarse para ponerse a tono con los nuevos tiempos y las urgentes necesidades aún morosas. Los sindicatos no son la excepción. El desafío está en nuestras manos, la democratización de la sociedad toda y de las relaciones laborales en particular, son parte de la batalla cultural de la emancipación pendiente.

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