domingo, 27 de febrero de 2011

Mitos y verdades sobre las heridas que sufrió el cadáver de Eva Perón

Tiempo Argentino
27 de febrero de 2011

Por Mónica López Ocón

En 1974, casi de manera secreta, restañó las huellas y lesiones provocadas al cadáver-botín político, en el largo periplo realizado desde que fuera robado de la CGT por los sicarios de la autoproclamada Revolución Libertadora.


Las canciones patrias que se aprenden en la infancia se recuerdan toda la vida. Algunas, incluso, se transforman en mandato. A Domingo Tellechea, por ejemplo, no le bastó con intentar que fueran eternos los laureles, sino que, además, procuró contribuir a la eternidad del cuerpo de Eva Perón. En 1974, luego del largo periplo del cuerpo robado, desaparecido y convertido en botín de guerra, y poco antes de que la desaparición de cuerpos vivos se convirtiera en la Argentina en política de Estado, restauró el cadáver mítico que había sido embalsamado por Pedro Ara. Acostumbrado a la tarea que lo llevó no sólo a trajinar por morgues y museos policiales para reproducir piezas, sino también por iglesias y palacios para conservar obras de arte, Tellechea admite que no tomó plena conciencia de la trascendencia política e histórica que esa vez tenía su trabajo. Ni siquiera el asesinato –ocurrido ese mismo año– de su amigo Julio Troxler, que había sobrevivido al fusilamiento de los basurales de José León Suárez, pero que no logró sobrevivir a la Triple A, lo ayudó a pensar que la tarea de un restaurador, en la que él había volcado todo su talento de investigador y experimentador, puede ser también una forma de militancia y resistencia.
Como empeñado en contradecir a Heráclito que sentenció que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, Tellechea se dedicó toda la vida a arrebatarle al tiempo las cosas que se lleva de manera inexorable, a borrar sus huellas, a devolver lozanías perdidas. El empeño puesto en esta tarea lo llevó a proyectar la restauración a nivel internacional. Fue el Fundador del Primer Centro de Restauradores de Sudamérica, del Instituto Técnico de Restauración de Buenos Aires y del Instituto Técnico de Restauro de San Pablo, ciudad en la que vive desde que se fue del país luego del golpe militar de 1976. Fundó, además, el Museo Histórico de Cera de la Boca. Fue docente, publicó numerosos trabajos y obtuvo diversas distinciones en Brasil por su contribución a la conservación de parte de su patrimonio histórico.
Viaja periódicamente a la Argentina para visitar a su hija y a sus amigos. Esta vez, la razón fue la restauración de unos cuadros del doctor Chama, un cirujano plástico al que lo une una amistad de 40 años y al que le pregunta detalles de su propia vida como si hubiera delegado en él la tarea de conservar su historia. Es en la casa de Chama que recibe a Tiempo Argentino haciendo un alto en la tarea de la restauración. Tellechea ni siquiera cuando está de viaje, deja de codearse con la eternidad. A su manera, es un proustiano práctico que anda siempre a la búsqueda del tiempo perdido.
–¿Por qué fue usted el encargado de restaurar el cadáver de Eva Perón? ¿Tiene algo que ver con el hecho de que su padre hubiera sido amigo de Perón?
–Mi padre fue amigo de Perón, pero eso no tuvo nada que ver.
–¿Y usted lo conoció a Perón?
–Sí, lo conocí. Pero quien me pidió que hiciera la restauración fue Ivanessevich, que era muy amigo mío junto con Garrido.
–¿Perón ya había muerto en el momento de la restauración?
–Sí, ya había muerto y a algunos les hubiera gustado que fuera embalsamado, pero la presidente no lo permitió y él tampoco lo quería.
–¿De qué forma le comunicaron que usted sería el encargado de restaurar el cuerpo?
–Estaba en el bar La Fragata, cerca de donde había trabajado en otro tiempo en el Museo Policial. De pronto entran unos hombres que empujan la puerta vaivén y rápidamente se ponen a mi lado. Estaban vestidos de negro y me dijeron “Nos va a tener que acompañar.” Pensé que era mi final. Les pregunté a dónde. Y entonces me dijeron que íbamos a una reunión con Ivanissevich que me estaba esperando. Se ve que había hablado con la señora sobre el tema y que ella había aceptado. Me pegué un gran susto porque era una época para asustarse. Fui a su encuentro y de allí me llevaron a la Escribanía Mayor de Gobierno donde está Garrido. Ahí me explicaron la necesidad de restaurar ese cadáver que había sido embalsamado para permanecer incluso si fuera enterrado.
–¿Fue expuesto el cadáver luego de la restauración?
–Sí, fue expuesto una vez en la cripta de la quinta presidencial. –¿Con qué se encontró cuando se enfrentó al cuerpo de Eva Perón?
–Era un desastre. El cuerpo corría el riesgo de entrar en proceso de pudrición, y se sabe que cuando en cualquier cadáver comienza la descomposición pútrida ese proceso no se revierte. De modo que el panorama era muy difícil. Ese era el miedo que tenía Ivanissevich que me acompañó durante todo el proceso de restauración. Además, el cadáver tenía insectos. –¿Tenía signos de violencia como el tabique nasal quebrado?
–No se sabe si fue efecto de la violencia. Tenía, por ejemplo, los pies deteriorados y eso habla de que el cuerpo estuvo de pie.
–Pero no en la tumba de Italia...
–No, el cadáver estuvo de pie en parte del recorrido que hizo, del que también hablo en mi libro aún no editado (ver recuadro).
–¿Usted diría que eso fue intencional?
–Fue intencional en la medida en que quien roba un cadáver lo hace con una determinada intención. Incluso el Vaticano estuvo en este asunto, no es una cosa simple, es una gran trenza. Sus heridas eran múltiples, su cuerpo estaba maltrecho. Estuvo en un cine, también en el despacho de algunos militares donde el féretro fue abierto. Tenía heridas, pero no puedo afirmar que hayan sido hechas con un arma cortante. Sí puedo asegurarle que no estaba degollada y que no tenía hundimiento en ciertas partes del cuerpo porque le hubieranpegado con armas largas, como se dijo. Tenía un gran deterioro, pero esas cosas no existieron. No era justo dejar eso así, había que restaurar el cadáver. Yo era el director del Museo de la Casa de Gobierno y era mi obligación hacerlo. No lo hice para ocultar algo, para que no se vieran los golpes.
–Lo hizo para evitar la descomposición.
–Sí, no llegó a la descomposición pútrida. Lo que pasa es que los humores de un cadáver no necesariamente tienen que estar podridos para que el proceso sea irreversible.
–¿Un cadáver embalsamado tiene humores?
–Sí, por más tiempo que pase siempre hay humores, hay líquidos.
–¿El proceso de embalsamamiento no supone la eliminación de las vísceras y su remplazo por materiales no corruptibles?-
–No. A Eva Perón no se le practicó taxidermia, está embalsamada por un proceso de momificación.
–¿Y un proceso de momificación no supone la deshidratación?
–De alguna manera sí, en el fondo es una deshidratación. Pero con la deshidratación el cuerpo no debe perder volumen o debe perder lo menos posible. Algunas momias antiguas, por ejemplo momias peruanas, sí han perdido volumen, pero no es el caso de la momificación moderna.
–Pero un cuerpo no deja por eso de ser algo orgánico, no se transforma en una piedra
–Exacto. Hay un solo cadáver que lo hicieron piedra los franceses en el Louvre por error y, si no recuerdo mal, fue la momia de Ramsés II. Le pusieron una resina interna y la catalizaron con rayos Gama. Fue una tremenda equivocación. –¿Y cuál es el peligro de la petrificación?
–Que la momia no sirva más como momia, que no se la pueda estudiar. La restauración es minimalista, cuanto menos se interviene, mejor. Una taxidermia es otra cosa. Por eso, las colecciones más importantes se conservan en formol con alcohol. En la morgue judicial hay muchas y eso permite estudiarlas.
–Tejer conjeturas es casi un deporte. ¿Qué rumores corrían respecto del cuerpo de Eva mientras usted lo estuvo restaurando?
–Había gente de muchos gremios que no creía que el cadáver estuviera dentro del féretro. Como el cuerpo fue robado de la CGT, ellos se sentían responsables, querían saber. Eso era algo que nos apuraba y creo que también eso pesó a la hora de tomar la decisión de realizar el trabajo de restauración. Pesó tanto en la presidenta, como en Ivanissevich y en Garrido.
–Es decir que su trabajo tuvo un gran sentido político.
–Todo es político. Yo, como director del Museo tenía la obligación de hacerlo.
–¿Pero usted quería hacerlo?
–Tenía la obligación moral de hacerlo.
–Pero más allá de la obligación moral también habría un deseo. –Yo sabía que el Golpe era inminente y no iba a hacer nada para llamar la atención sobre el tema. –Pero restaurar el cadáver de Eva Perón debería significar para usted algo diferente de otro tipo de trabajo.
–Sí, una gran responsabilidad. No era juguete. Además hay que tener en cuenta que nunca hubo mucha suerte en la restauración de momias. La de Lenin fue restaurada muchas veces sin mucho éxito porque en diferentes fotos se ve el deterioro.
–¿Tuvo carácter secreto la restauración?
–Era un secreto a voces, pero tratamos de que no trascendiera. –¿Dónde se realizó ?
–En un lugar anexo a la cripta de la quinta presidencial.
–¿Hubo algo que le llamó la atención cuando la realizó?
–Descubrí alguna mentirita. Ara dijo que jamás abrió el cuerpo. Sin embargo, tenía un corte que estaba oculto por el pelo, cosa que es muy natural, porque el cerebro hay que sacarlo porque es lo primero que se pudre. Y la técnica con que lo sacó Ara fue directa.
–¿Hizo un seguimiento de su trabajo de restauración?
–Sólo mientras estuvo en la cripta. Luego de que fue enterrada no supe más nada, pero estimo que no debe de haber cambios importantes porque está muy bien momificada. El trabajo de Ara fue magnífico.
–¿La conoció a Eva en vida?
–No, yo no, pero mi padre sí.
–¿No pesó a la hora de la restauración la relación de amistad que su padre había tenido con Perón y con ella?
–Esas cosas uno no las mide. Ante un trabajo soy frío.
–Usted fue muy amigo de Julio Troxler, uno de los sobrevivientes de los fusilamiento de los basurales de José León Suárez.
–Sí, fue un gran amigo mío, alguien con quien tuve un gran acercamiento. Troxler no se cuidaba, andaba siempre a cara descubierta.
–Y fue asesinado por la Triple A.
–Sí. Para que se dé una idea del vínculo que teníamos le cuento una anécdota. Un día me pidió que lo llevara al museo Policial para conocerlo, y yo lo llevé, aunque ya no tenía relación con el Museo en esa época. Le presenté a los directores. Todo el mundo sabía quién era y todo el mundo sabía que lo buscaban. A los pocos días lo fusilaron en la calle, en Barracas. No sé si usted recuerda la película de Pino Solanas Los hijos de Fierro.
–Sí, la recuerdo.
–Bueno, los trucos de esa película los hice yo. Uno de los hijos representaba la resistencia de los estudiantes, el otro, a los gremios y el tercero era Troxler, que representaba la lucha armada. Yo le hice un molde de cada una de las cabezas de los hijos de Fierro, porque hacia el final se veía al viejo empujando un canasto con las tres cabezas cortadas, que tenían que ser impresionantes. Yo conservo una que creo que voy a dejar en algún museo. A Troxler le tomé el molde para la cabeza atrás de donde estaban los caños Amato, una fábrica que había sido desmontada y que era un desbarajuste de hierros.
–Tomás Eloy Martínez me contó en una entrevista que Perón tenía el cuerpo de Eva en Puerta de Hierro sobre una gran mesa y que Isabel la peinaba mientras López Rega trataba con sus “brujerías” de que algo de la fuerza de Eva pasara a Isabel. ¿Tiene algún conocimiento de ese hecho?
–No, no lo tengo. Pero en el libro comento alguna anécdota sobre la visión que ella tenía de esas cosas.
–¿Usted se tuvo que ir del país luego del golpe militar por haber realizado el trabajo de restauración del cadáver de Eva?
–Sí, por eso y también por otro tipo de trabajos de resistencia. Era difícil permanecer impasible en ese momento.
–¿Qué fue exactamente lo que lo decidió a irse?
–Sufrí lo que sufrimos muchos. –¿Qué fue en su caso particular? –Amenazas.
–¿Por qué se radicó en Brasil?
–Porque yo ya había estado antes trabajando en el Instituto Butantan.
–¿Usted es uno de los fundadores del Instituto Técnico de Restauro en San Pablo?
–Sí, en San Pablo y acá. Aquí fundé el Instituto Técnico de Restauración que ya no existe, se disolvió cuando me fui, luego del golpe militar. Y escribí sobre esa etapa y sobre todos los golpes de Estado desde Uriburu.
–Ese libro no está editado todavía.
–No, no está editado porque no hubo oportunidad de hacerlo. Lo escribí y quedó durmiendo porque las condiciones del país no eran favorables para la edición de un libro de ese tipo. En Brasil le di un cierre tomando desde el momento en que actuaba el Plan Cóndor. Me faltaría el epílogo.
–¿Y ese epílogo cómo sería?
–Hablaría del país que veo cuando vengo de visita, un país al que están envidiando en Brasil por la capacidad que tuvo para enjuiciar a quienes formaron parte del terrorismo de Estado durante la dictadura.
–Es interesante lo que dice, porque lo medios hegemónicos se han dedicado a señalar lo bien que están en Brasil mientras acá estamos tan mal.
–Allá envidian mucho a la Argentina porque “Lula”, que hizo una política fantástica en lo económico, en las relaciones exteriores y en muchas otras cosas, en eso fue un poco tímido. Allí hubo muertos, periodistas y ex gobernantes que sufrieron persecuciones, mucha historia que todavía falta contar. Siempre sería más lindo poder hablar de la primavera, pero la Historia es la Historia. Y el libro que yo escribí es Historia, yo no soy escritor ni pretendo serlo.Mi trabajo siempre fue hacer informes de restauración.
–¿Cuál fue el último trabajo que hizo en Brasil antes de viajar?
–Acabo de terminar un trabajo en el Teatro Municipal de Río de Janeiro.
–También fundó el Museo de cera de la Boca.
–Sí. Mi padre y yo fuimos muy amigos de Quinquela Martín. Una vez me sugirió que hiciera un museo para los niños de la Boca. Realicé todas las figuras. Eso también es lo mío, tanto como la restauración.
La charla fue larga. Pronto serían las 8:25. Exactamente la misma hora en que Eva Perón, secundada por su cuerpo incorruptible, entró en la inmortalidad.


Un libro busca editor

Aunque la apariencia pueda llamar a engaño, La era de los golpes. Restauración del cadáver de Eva Perón, de Domingo I. Tellechea, permanece inédito. Son sólo unos pocos amigos y allegados los que tienen el privilegio de acceder al texto impreso y encuadernado por su autor con tanta minuciosidad que es fácilmente confundible con un libro recién salido de la imprenta.
En él figuran desde la dedicatoria y los agradecimientos al índice, y hasta está previsto el lugar para la “ficha catalográfica y detalles legales” como puede leerse en la parte superior del rectángulo previsto para ese fin que figura en la página de atrás de la portada. Ni siquiera los créditos fotográficos escapan al trabajo de Tellechea, quien expresa su voluntad de publicarlo para que se conozcan no sólo los detalles de la restauración del cuerpo de Eva Perón que él llevó a cabo, sino también la historia de ese cuerpo y el entorno político en que tuvo lugar la restauración.
Él explica su silencio sobre el tema en las primeras páginas: “Muchas personas me recriminaron por ser esquivo con los medios y sobre todo por no haber divulgado hace tiempo el trabajo de restauración realizado en el cadáver conservado de la señora Eva Perón. En realidad el motivo de esta conducta se debe al propio hecho de que la intervención efectuada fue, como dije, una tarea técnica que, salvo algunas variantes debidas al ingreso en este campo de nuevos materiales, nada iba a agregar a lo conocido sobre el asunto. Nunca se me había ocurrido que el hecho podría interesar desde la óptica de lo humano: moral, económico y político. De la restauración del cadáver de la señora Eva Perón sólo se supo once años después de realizada la operación y tuvieron que pasar 15 años más para que me decidiera a escribir sobre el tema. Quizás sea verdad que esta demora haya permitido que por desconocimiento se propagaran ciertos errores, pero también lo es que ese lapso me permitió recopilar material inédito que resultó imprescindible para completar la parte técnica y, además, también comprendí mejor las explicaciones de testigos como el Escribano Mayor de Gobierno, doctor Jorge Ernesto Garrido con 43 años en ese cargo clave, del Ministro de Educación y Cultura Oscar Ivanissevich, del historiador y bibliófilo doctor Luis De Paola, del secretario general de la Cámara de Periodistas, profesional destacado en la Casa de Gobierno Rodolfo Audi, del sindicalista, ex diputado y embajador, Miguel Unamuno, del reportero gráfico José Romero, destacado en la presidencia de la Nación, del jefe de ceremonial de la Presidencia de la Nación (...) José María Petenello, del guerrillero que también fuera subjefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires, Julio Troxler, del veterano periodista Pedro Laborda y muchos otros testigos fidedignos de hechos correspondientes al largo período que transcurre en estas páginas. Todos ellos aunque con óptica muy diferente coincidían en lo esencial: durante la época en que se estaba realizando la restauración del cadáver de la señora Eva Duarte, la vida o la muerte de muchos ciudadanos argentinos dependía del azar, no se “ejecutaba” como estábamos acostumbrados a oír en ciertos noticiosos: “Se secuestraba, y las víctimas aparecían en los basurales hechas carroña”. Todo esto no fue indiferente para mí, como tampoco lo fue descifrar las imprecisiones del doctor Pedro Ara Sarría a quien se debe el excelente trabajo de momificación realizado en los restos de Eva Perón.”

Diario de la restauración del cuerpo de Eva Perón

Entre los materiales que figuran en La era de los golpes. Restauración del cadáver de Eva Perón hay una suerte de diario de la tarea realizada por Tellechea que está acompañado por una serie de gráficos explicativos.
En lo sucedido en el día 25 de noviembre puede leerse: “Era un día caluroso que invitaba a la apatía, el trabajo de los días anteriores había minado nuestras fuerzas, y cuando llegamos a la capilla con el hediondo Fairlane blanco, estábamos poco menos que extenuados. El doctor Garrido hacía una hora que nos esperaba y se mostraba impaciente. Esto es porque habíamos marcado un encuentro con Ivanissevich, Squer y Escudé para decidir sobre la estética de la nariz y la cara en general. Poco tiempo tuvimos para ordenar los facsímiles y las fotos, mientras acomodábamos las luces móviles ya se había reunido el cónclave. Si bien las personas concurrentes habían conocido muy bien y mantenido un trato cercano y prolongado con Eva Perón, yo confiaba más en la aptitud perceptiva y estética y, en especial, en la consabida memoria de Garrido. En realidad, queríamos acercarnos a la realidad para recién recabar la opinión de la señora Isabel y, si tenemos suerte, la opinión de ella ha de coincidir con la nuestra. Toda esa demostración de democracia servía para tranquilizar mi conciencia, aunque bien sabía que quien iba a decidir y responsabilizarse era yo, tampoco en ningún momento me creí dueño de la verdad y reconozco que las opiniones fueron de gran utilidad.
En definitiva, la reunión no duró mucho, ya que en poco más de una hora la nariz ya estaba reconstituida, y al parecer de todos, bien lograda. También quedaron terminados los retoques en toda la cara y el busto (Plancha XV). Mientras la parte de la rotura profunda del cuello aún estaba en tratamiento, se repuso la cuña faltante en el lóbulo de la oreja izquierda, para ello se empleó cera dura preparada el día anterior.”

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