viernes, 25 de febrero de 2011

El personaje, en las anécdotas de quienes lo conocieron de cerca

Tiempo Argentino
25 de febrero de 2011

Por Martín Piqué

La pasión, la tozudez y la calidez detrás de las cámaras fueron algunos de los rasgos que caracterizaron al ex presidente. La biografía de Kirchner se convierte en un hecho colectivo.


Casi cuatro meses después de su muerte, en el día en que cumpliría 61 años, Néstor Kirchner será recordado a lo largo del país. El ex presidente no hablaba mucho de su vejez, aunque alguna vez dijo que al llegar a los 70, ya más alejado de la práctica cotidiana de la política, volvería a fumar. Kirchner, se ha dicho, vivía con el corazón a mil. Lo guiaba –cuentan quienes compartían su intimidad– la pasión por producir transformaciones. “Yo no quiero ser lo último de lo viejo sino lo primero de lo nuevo”, era la consigna que lo obsesionaba. Como todo hombre de acción, Kirchner no era un buen recopilador de anécdotas propias: no se detenía demasiado en contarlas. A él le tocaba protagonizarlas, para relatar esas historias –sus historias– estaban los otros.
En el velatorio que culminó con el responso en la capilla del cementerio de Río Gallegos, aquel lluvioso viernes 29 de octubre, Tiempo Argentino compartió varias horas con funcionarios, legisladores y dirigentes que habían vivido experiencias de todo tipo con el ex presidente. Aquellas anécdotas fueron relatadas a este diario por sus coprotagonistas. Esperaban una buena ocasión para salir a la luz, para ser publicadas “en letras de molde”. El jujeño Eduardo Fellner, titular de la Cámara de Diputados, recordaba la primera reunión que había tenido con Kirchner ya presidente.
“Me recibió en la Casa Rosada y me contó que lo habían llamado varios presidentes extranjeros preocupados por la situación del país. Me dijo que le habían ofrecido cuatro años de gracia para pagar la deuda externa en default. Pero él había rechazado la oferta: les dijo que había asumido para solucionar todos los problemas de los argentinos”, contó Fellner. Los mandatarios extranjeros eran el español José María Aznar y el estadounidense George Bush: sospechosamente parecían apiadarse de la Argentina.
El secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, había sido uno de los primeros porteños en acercarse a Kirchner. “El día que le fui a decir que renunciaba como juez de Cámara para sumarme a la campaña me dijo ‘Vos estás loco. Espero ganar las elecciones porque no quiero verte trabajar de cartonero’”, recordaría años después. Aquel diálogo, con la cuota de acidez típica de Kirchner, se produjo en enero de 2003. También Estela de Carlotto, quien aquel día presenció el responso en la capilla, recordó la última vez que había conversado con Kirchner. “Fue el 22 de octubre a las once de la noche. Era mi cumpleaños número 80. En un momento sonó el teléfono. Era Cristina, después le pasó el teléfono a Néstor. Me dijo ‘feliz cumpleaños, linda’ y me mandó saludos para mis hijos. No me olvidaré nunca.”

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