domingo, 27 de febrero de 2011

El kirchnerismo y sus fortalezas

Tiempo Argentino
27 de febrero de 2011

Por Felipe Yapur

Cristina Fernández inaugurará el martes por última vez, al menos en este período presidencial, un nuevo año parlamentario. Enfrente suyo estarán no sólo sus diputados y senadores, sino también la escucharán aquellos legisladores que insisten en reinstalar el neoliberalismo de los ’90, los que presagian el peor destino del país luego del paso de las siete plagas de Egipto, y uno que otro jinete del Apocalipsis e incluso los que con raíces ideológicas similares al del partido de gobierno, votan con los bloques que están en las antípodas de su pensamiento. Entre estos, habrá varios con los que competirá, en caso de buscar la reelección, en los comicios de octubre próximo. Hasta allí llegará la presidenta, hasta el edificio que fue el campo de batalla política del año que pasó. El lugar donde la oposición había soñado sesiones desbordantes de éxito, festejadas por sus seguidores y lloradas por el oficialismo. Sin embargo, jamás soñó e imaginó hasta dónde podía hundirse y fracasar. Nada queda hoy de aquel Grupo A que parecía invencible y que el Frente para la Victoria (FPV) aprendió a doblegar desde la inferioridad numérica, a fuerza de discusión política, a escuchar y sumar aliados y sobre todo, gracias a los logros de la gestión del gobierno nacional que derivó en el respaldo popular que hoy muestran las encuestas de opinión. Igual, el año parlamentario se prevé complicado. No porque los bloques opositores amenacen con una agenda de temas con los que harán tambalear al gobierno de Cristina Fernández. Nada más alejado de la realidad. Se prevé complejo porque las elecciones escalonadas en las provincias hacen peligrar la posibilidad de sesionar todas las semanas. Por caso, luego de la sesión de este martes, habrá que esperar que transcurran los comicios de Catarmarca del 13 de marzo y de Chubut, una semana más tarde, para que puedan volver a sesionar. Al oficialismo lo afecta este complejo calendario electoral pero mucho menos que a sus opositores. El FPV tiene a su favor dos elementos favorables que son fundamentales. Mientras sus legisladores esperan que se devele el misterio de si Cristina Fernández irá por la reelección, se mantienen unidos porque cuentan con una conducción que los representa y a la que responden. Por otra parte, y sobre todo, trabajan y militan en el marco de un proyecto político que se desarrolla desde el gobierno nacional, que influye y determina a gobiernos provinciales, municipales y comunales. Los frutos positivos de la gestión presidencial les permite a los legisladores afrontar con mejores perspectivas las vicisitudes de la tarea parlamentaria, donde son la primera minoría. Las fuerzas de la oposición, en cambio, son las más afectadas. La cantidad de elecciones en provincias conspira no sólo con el número ideal de sesiones, sino con la posibilidad de alcanzar consensos. Es que esas coincidencias parlamentarias suelen estar atadas a los acuerdos que consigan o no los ingenieros electorales. Si bien la ley prevé un régimen de elecciones internas abiertas y obligatorias para agosto, algunos partidos como la Unión Cívica Radial decidieron sumarle una complicación al convocar comicios internos. Estos, como reconocen sus integrantes, no sólo alborotan la vida partidaria sino que exacerba las diferencias que terminan incluso estallando en el seno del bloque. Si a todo esto, se le suma el hecho de que muchos de los precandidatos, ya sea presidencial, gobernador, jefe de gobierno porteño o intendente, son actualmente diputados o senadores, las probabilidades de que se profundicen las diferencias internas y por ende no haya sesiones, crecen exponencialmente. En síntesis, el problema de la oposición en el Congreso no pasa sólo por el cronograma electoral, sino más bien por la ausencia de un proyecto político que los unifique más allá del antikirchnerismo. El año pasado, por caso, cuando el Grupo A era mayoría no lograron siquiera acordar un proyecto sobre las retenciones. En la Comisión de Agricultura, casi corre sangre entre los diputados que provenían de las organizaciones patronales del campo.

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