viernes, 25 de febrero de 2011

Recuerden: no quiero ser lo último de lo viejo sino lo primero de lo nuevo

Tiempo Argentino
25 de febrero de 2011

Por José Pampuro
Presidente provisional del Senado.


Si observamos el escenario internacional, por momentos caótico, lo primero que salta a la vista es la irrupción de importantes cambios. Cambios culturales, científico-tecnológicos, innovaciones productivas, industriales, modificaciones geopolíticas, modificaciones sociales, renovaciones de demandas y de derechos, cambios de regímenes, de dirigencias. De la capacidad innovadora y de adaptación de cada país y de su dirigencia, depende que los pueblos caigan en crisis sangrientas o se encarrilen en procesos ordenados.
Creo que los argentinos podemos sentirnos orgullosos de estar cabalgando estos tiempos de cambio con más aciertos que errores, con más ganancias sociales que costos, y sin las crisis que se están dando en otros escenarios. No tengo dudas de que la renovación producida por el proyecto nacional desde 2003 a esta parte y el empeño puesto por el pueblo argentino en superarse a sí mismo constituyen la base sólida de este cambio sin quiebres violentos.
Esa renovación lleva el sello inconfundible de Néstor Kirchner: transformador, vehemente y audaz en lo político, social y económico, pero también mesurado, prudente y sagaz a la hora de conservar el equilibrio –precario al principio– arduamente alcanzado luego de la crisis de 2001.
Soy peronista y me gusta reconocer en ese perfil a la mejor cara de nuestro movimiento: un peronismo amante de la justicia social, de la soberanía nacional, de la independencia económica y de la integración regional. Un peronismo transformador capaz de despertar en el pueblo la esperanza de que este no es un ciclo más que habrá de frustrarse, sino el sustrato profundo de una Argentina de desarrollo con inclusión social, en el que la juventud ya ha puesto sus ojos y se involucra.
Soy peronista y me gusta creer que este proyecto presidido por Cristina Fernández de Kirchner sabrá convencer a la dirigencia de los distintos sectores para actualizarse, ponerse de acuerdo y participar solidariamente en la construcción de un país más justo para todos.
Este proyecto no supone una ruptura en nuestro devenir histórico sino una serie de transformaciones que le den al país sustentabilidad en el tiempo. Como una cadena de contención ante los embates del pasado donde se concatenan algunos eslabones ya herrumbrados, otros que supieron adaptarse y eslabones nuevos que irán remplazando a los anteriores y serán los garantes de que la cadena resista sin quebrarse. Una cadena como la de la Vuelta de Obligado hecha de esa historia que preserva contra viento y marea la unidad, la dignidad y la soberanía nacional.
Esto es lo nuevo y lo que debe encarnar el peronismo: generar las transformaciones de fondo sin permitir que a los argentinos nos fagocite lo anquilosado. Recordemos lo que Néstor Kirchner decía: “ No quiero ser lo último de lo viejo sino lo primero de lo nuevo.” Y todavía le debemos la respuesta, pero estamos muy bien encaminados para poder decirle sin temor a equivocarnos: “Así fue Compañero.”

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