lunes, 9 de mayo de 2011

La renuncia de Valenzuela demuestra el fracaso de la política de los EE UU

Tiempo Argentino
9 de mayo de 2011

Por Alfredo Grieco y Bavio

El subsecretario para el Hemisferio Occidental volverá a sus tareas académicas. Es una aceptación de la inviabilidad de la política diseñada para la región, que incluyó el reconocimiento de un presidente de facto en Honduras.


La proclama espectacular del fin entre operístico y hollywoodense del multimillonario saudita Osama bin Laden en un departamento de superlujo en Islamabad opacó un anuncio más directamente pertinente para América Latina y para el futuro de la política exterior de Washington.

Con discreción, el subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, Arturo Valenzuela, va a dimitir de su cargo para regresar a la vida académica. Los motivos que se dieron fueron del mismo perfil suavemente bajo que caracterizaron a la gestión de este chileno nacido en Concepción.

En la Universidad de Georgetown, elegante suburbio de Washington con calles empedradas y aire colonial, terminaba la licencia de la que el profesor Valenzuela podía disponer para fines importantes, sin duda, pero extraa-cadémicos, como ocuparse de toda América, de Canadá a Tierra del Fuego.

Menos elegante fue la suposición de muchos analistas: el fracaso de la política del gobierno demócrata de Barack Obama para toda América Latina. Valenzuela fue una víctima a la vez de las filtraciones de documentos diplomáticos conocidos como WikiLeaks y de sus propias carencias.

El catedrático Valenzuela retornará así a su cargo como director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la prestigiosa universidad capitalina.

Esta alta casa de estudios es famosa ante todo por su School of Government, una Facultad de Ciencias Políticas que busca ser, y muchas veces lo consigue, el arenero de políticos hemisféricos con ansias de hacer carrera en los Estados Unidos.

El regreso a la cátedra de un político suele señalar un fracaso. Un equivalente argentino son las primeras declaraciones del ex candidato presidencial Eduardo Duhalde cuando admitió su derrota ante la fórmula de la Alianza que encabezaba Fernando de la Rúa: dijo que volvería “a la cátedra”. El suyo era un curso de primer año de la carrera de Derecho en la Universidad de Lomas de Zamora.

Acostumbrado a tomar exámenes, el profesor Valenzuela había sido sometido a uno muy extenso. Fue confirmado por el Senado como subsecretario de Estado para América Latina tras un largo proceso a comienzos de noviembre de 2009.

Barack Obama había nombrado al catedrático de origen chileno a mediados de mayo de 2009, fundándose en su calidad de “experto en las relaciones estadounidenses-americanas” en una era en la que el primer presidente negro en ocupar la Casa Blanca había prometido a la región un nuevo comienzo con una relación de “iguales”.

Con anterioridad a esta última etapa política, Valenzuela ya había estado al frente de cargos de responsabilidad en el marco de las relaciones bilaterales con Latinoamérica, durante la administración del también demócrata Bill Clinton, de quien fue asesor especial y director de los Asuntos Interamericanos del Consejo de Seguridad Nacional, así como subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos en el Departamento de Estado.

Durante su gestión, Valenzuela tuvo que enfrentar los escándalos de las filtraciones de documentos diplomáticos de la Cancillería estadounidense y los daños que estos generaron a las relaciones bilaterales de Washington con todas y cada una de las capitales latinoamericanas.

Fue difícil recomponer una confianza que estaba contruyéndose sobre décadas de suspicacias acertadas.

El presidente demócrata Barack Obama dijo en conversación telefónica con su aliado, el presidente conservador mexicano Felipe Calderón, que WikiLeaks era “deplorable”.

La política al desnudo creó una desconfianza mundial, aun de los mejores aliados de Washington, que lo obligó a una charming offensive (ofensiva de seducción) del Departamento de Estado bajo las órdenes siempre sonrientes de la secretaria Hillary Clinton. Ella y Valenzuela actuaron como resueltos “wedding planners” de resultados que, por definición, son imprecisos para cónyuges nunca seguros de sus segundas nupcias.

El recambio de embajadores y de otros funcionarios diplomáticos fue una de las estrategias para que las relaciones partieran de bases renovadas y menos sujetas a la sospecha justificada.

En especial, cuando gobernantes de diversos Estados, desde Asia hasta América Latina, debían enfrentar en el trato a diplomáticos que opinaron de ellos de manera despectiva y hasta sarcástica, una vez que este trato se había hecho público.

Tal vez la mayor revelación general de los cables filtrados, que la agencia WikiLeaks puso en Internet y distribuyó a algunos de los principales diarios del mundo, fue que las verdaderas conversaciones del poder ocurren fuera de los ojos de los electorados de los países democráticos, algo a todas luces escandaloso para un politólogo como Valenzuela.

El senador demócrata John Kerry, presidente de la Comisión del Senado para Relaciones Exteriores, tuvo la honestidad de sugerir que esto seguirá siendo así. Lo hizo en la red de televisión NBC, en el programa Meet the Press.

Admitió que algunos Estados van a pedir nuevos representantes diplomáticos. “No puedo decírselo, pero es posible que en algunos lugares las personas digan que no pueden trabajar más con ellos”, dijo Kerry. “Y lo pedirán de forma discreta y detrás de bastidores”: con lo que sintetizó que el modus operandi anterior se afianzará. Con mayores precauciones de uno y otro lado.

La confirmación de Valenzuela en el Senado se demoró durante seis meses, desde mayo hasta fines de 2009, debido al bloqueo que impusieron algunos senadores republicanos en protesta a la condena por parte del gobierno de Obama al golpe de Estado del 28 de junio de 2009 en Honduras, que provocó el derrocamiento del entonces presidente Manuel Zelaya.

El senador Jim DeMint, uno de los legisladores que más apoyó al régimen de facto surgido tras el derrocamiento de Zelaya, sólo levantó su bloqueo en noviembre, después de que el gobierno estadounidense anunciara que pretendía reconocer el resultado de las elecciones en Honduras que se celebraron a finales de ese año y de las que resultó elegido el actual mandatario centroamericano, el empresario nacionalista Porfirio Lobo.

De algún modo, puede decirse que la era Valenzuela en la política latinoamericana de Washington se inició gracias a reconocer a un presidente de facto, y terminó con la mala gestión de desaires en la Argentina.

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