lunes, 9 de mayo de 2011

“Grietas en los tiempos de dominación imperialista”

Tiempo Argentino
9 de mayo de 2011

Por Modesto Guerrero
Periodista


El corto vuelo de Carlos Valenzuela en la Secretaría Adjunta para América Latina de los Estados Unidos devela algunas grietas en los tiempos de la dominación imperialista sobre algunos gobiernos de nuestro continente. No es el único caso, pero sí el más sonado desde que Obama llegó a la presidencia. En los meandros del Capitolio se rumorea que otros funcionarios podrían ser desplazados por razones similares. Los argumentos esgrimidos por la Casa Blanca sólo sirvieron para mostrar los hilos que conducen a las raíces del asunto Valenzuela. Volver a su puesto académico no es un premio, para un diplomático advenedizo surgido de la socialdemocracia chilena.

Las principales causas concurrentes que movieron a Valenzuela de su poltrona se conectan por el mismo carácter político: no supo o no pudo prever, contener, sabotear o evitar la conformación de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y del Caribe (CELAC), a fundarse el 5 de julio en Caracas, con más de 20 países, sin la intromisión de los únicos dos imperios del hemisferio. Aunque no tenga el valor del ALBA, no deja de ser una entidad no controlada por los Estados Unidos.

Al subsecretario se le escapó alguna ingeniería diplomática y de inteligencia, que impidiera el bilateralismo como mecanismo dominante entre Venezuela y Colombia. Que sean el presidente Hugo Chávez, un anti yanqui confeso, y Manuel Santos los encargados de buscar un arreglo en Honduras, votado en la reunión de cancilleres del proyecto CELAC, no fue del agrado del Departamento de Estado.

La última razón es tan nueva como compleja. Se llama Ollanta Humala, el nuevo cuco en Washington. No porque sea un hombre de la izquierda nacionalista como Chávez o Evo Morales. Pero a Valenzuela “se le escapó” un personaje que puede ser presidente del Perú y no se disciplina al dominio. Eso sería caro al cordón del Pacífico, agrupación subregional que sirve a los intereses estadounidenses. Pero, además, por una razón más profunda: Humala, a pesar de sus mensajes esperanzadores, no responde al establishment de la lumpen burguesía peruana, menos al gobierno de Obama. Y es visto por los trabajadores y pobres de Perú, más o menos como vieron a Chávez en 1992. Bajo el peso de esos factores, el vuelo de Valenzuela fue corto en los dos años y cuatro meses que acompañó al premio Nobel de la guerra, la tortura y el asesinato de terroristas sin destino.

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