lunes, 16 de mayo de 2011

Muchos factores para seguir cambiando

Tiempo Argentino
16 de mayo de 2011

Por Doris Capurro
Socióloga, presidenta de Ibarómetro.


Habitualmente, las elecciones presidenciales suelen plantearse en términos excluyentes de cambio o continuidad.

De acuerdo con un razonamiento simplista y generalizado, se dice que si el deseo de cambio predomina sobre el de continuidad, la alternativa más potente de la oferta opositora será la que, a fin de cuentas, triunfe. Cuando sucede lo contrario y el deseo de continuidad ahoga posibles expectativas de cambio, el oficialismo tiene las condiciones allanadas para construir su reelección.

Hay varios factores a los que, por lo general, se atribuye la vocación continuista: el crecimiento económico, los niveles de aprobación de la gestión del gobierno y el ánimo colectivo.

Sin embargo, algunos ejemplos cercanos no dan la razón a este análisis: la Concertación chilena llegó a las elecciones de 2009 en el marco de un sostenido crecimiento económico y sobre la base de una aprobación de la gestión de Michelle Bachelet de niveles inéditos. Sin embargo, Sebastián Piñera se impuso por sobre el candidato del oficialismo y, desde entonces, gobierna Chile.

El vínculo entre cambio y continuidad es, evidentemente, más complejo, y su análisis debe filtrarse a la luz de las singularidades del aquí y ahora.

Veamos entonces las actitudes con las que los argentinos nos aproximamos a las elecciones de octubre.

En primer lugar, la aprobación del gobierno nacional por parte de la ciudadanía alcanza al 52%. En segundo lugar, se prevé para este año un crecimiento económico del orden de los 6 puntos del PBI, más allá de que los primeros meses del año autorizan pronósticos aún más optimistas. Por último, la intención de voto de Cristina Fernández orilla el 45% del electorado nacional, sin proyección de indecisos.

El círculo virtuoso del continuismo parecería estar funcionando en forma perfecta. No obstante, al dar mayor profundidad a nuestra exploración, encontramos que el grado de adhesión que suscita la virtual candidatura de Cristina contiene elementos continuistas acompañados de un fuerte componente favorable al cambio.

En la sociedad argentina actual el esquema dicotómico de cambio o continuidad no resulta útil. En los distintos estudios nacionales que Ibarómetro viene realizando, observamos un ánimo que articula las dos voluntades: un mayoritario deseo de una continuidad con cambios, o un reclamo de cambios enmarcados en una continuidad global. Veamos un dato: el 50% de los votantes de Cristina, ante la pregunta “en caso de que el kirchnerismo gane las elecciones, ¿debería seguir igual o introducir cambios?”, se inclina por la necesidad de cambios, mientras que sólo un 30% va por la opción de estricta continuidad. La voluntad de “cambio” en el ánimo mayoritario no presupone, como a veces se cree, un extendido malestar ante el gobierno actual. Y menos aún significa que exista una alternativa opositora que haya logrado encarnar la promesa política de cambio y renovación.

El deseo de cambio subyacente en el voto a Cristina Kirchner revela cierta confianza en que algunos rasgos del modelo actual ya se encuentran afianzados y que, por lo tanto, el miedo y el instinto conservador que suelen aparecer cuando las cosas empiezan a estar mejor ceden ante la ilusión y la convicción de que las cosas pueden seguir mejorando, sin poner en riesgo el piso logrado.

Asimismo, el componente de voluntad de cambio aludido habla también de un ingrediente que forma parte de la aprobación y adhesión al kirchnerismo. La sociedad percibe al concepto de cambio como elemento constitutivo de la identidad K. Es por ello que la oposición tiene enormes dificultades para apropiarse de la esperanza que envuelve a esa idea de transformación, a pesar de estar formalmente ubicada en el mejor lugar para ello.

Sin embargo, no debería leerse la alta intención de voto a la presidenta como la evidencia de una adhesión cerrada, desprovista de críticas y expectativas, sino todo lo contrario: se espera que Cristina sea quien concrete esos cambios a los que se aspira y quien formalice ese matrimonio entre la ilusión y la realidad futura.

O sea, que el deseo de cambio está bastante difundido entre la sociedad, pero apunta a que sea realizado por el propio kirchnerismo durante su próximo mandato.

Un elemento clave que hace posible este algo paradójico deseo de cambio con continuidad remite al tipo de liderazgo que ejerce Cristina Fernández, quien ha logrado capturar, activar e interpretar, como lo demostró en su último discurso, las expectativas ciudadanas del momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario